El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica fue una institución fundada en 1478 por los Isabel I, reina de Castilla y León y Fernando II, rey de Aragón en 1478, como tribunal eclesiástico, solo tenía competencia sobre cristianos bautizados. Durante la mayor parte de su historia, sin embargo, al no existir libertad de culto ni en España ni en sus territorios dependientes, su jurisdicción se extendió a la práctica totalidad de los súbditos del reino.
La primera sede del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica en Sevilla se situó en la actual iglesia de la Magdalena, erigida a fines del s. XVII sobre la misma planta de la antigua iglesia del convento de San Pablo el real de los dominicos. Precisamente los dominicos fray Miguel de Morillo y fray Juan de san Martín fueron sus fundadores. De aquel oscuro periodo histórico de la ciudad aún se conserva en sus muros el fresco pintado por Lucas Valdés, que representa un auto de fe y a un hereje que es conducido al “quemadero”. Se identifica tradicionalmente con Diego López Duro, un mercader de Osuna de origen portugés, que fue quemado vivo por delitos de judaismo el 29-10-1703, por ello ésta pintura se conoce como el Suplicio de Diego Duro.
El Quemadero de Sevilla del Tribunal de la Santa Inquisición de la iglesia católica, sito en la glorieta que se llamó durante los s. XII al XVI “Marruecos” y desde el s. XVI en adelante Camino de san Diego hasta 1929 que se le puso Glorieta del Cid hasta hoy, dentro del Prado de San Sebastián, llamado así por la proximidad de la ermita del mismo nombre, dentro de la amplia zona de Tablada (que quedaba entonces a este lado del río)
El famoso quemadero del Tribunal de la Santa Inquisición de la iglesia católica figura en todos los planos antiguos incluyendo el de 1771. Era una espaciosa mesa de ladrillo de cuatro varas de alta en cuyas cuatro esquinas para darle mayor solemnidad se pusieron cuatro columnas de piedra que se trajeron de la villa de Villafranda/los Palacios donde había estado en el palacio de recreo del rey castellano-leonés Pedro I y que ya estaba arruinado, sobre éstas cuatro columnas se colocaron estatuas de las virtudes, al parecer de yeso, huecas, (se utilizaban para colocar a los impenitentes (persona que se mantiene firme en su comportamiento, actitud, ideas o intenciones, a pesar de castigos, advertencias o consejos), a fin de que murieran a fuego lento. La mesa tenía en su centro un moño o depresión donde se escurría la grasa derretida de los cuerpos de los suplicios.
Ocupaba casi exactamente según vemos en los planos el sitio donde está ahora (formando parte de sus cimientos) la estatua del Cid vulgo “El Caballo”, cuyo modelo orginal no muchos saben que está justo en la puerta de la Hispanic Society de Nueva Yor, a orilla del río Hudson) estatua de bronce realizada por la escultora norteamericana Anna Huntington, que lo regaló a la ciudad de Sevilla en el año 1929 con motivo de la Exposicion Iberoamencias de 1929 y duró desde 1570 hasta 1810 en que se suprimió el Tribunal de la Santa Inquisición de la iglesia católica.
La primera ejecución en Sevilla, que fue la primera de España, tuvo lugar el 6 de febrero de 1481, y en ella ardieron seis reos del grupo de judeoconversos formado por banqueros, mercaderes y funcionarios de Sevilla, Carmona y Utrera que, viendo peligrar su futuro tras la aparición de los inquisidores, se reunían para ver qué hacer en la casa del principal de ellos, probablemente en la Judería, en la calle de la Muerte (hoy calle Susona, en el barrio de Santa Cruz) el principal, el banquero Diego de Susón, hermano del también converso, llamado Francisco Fernández de Sevilla, había sido escribano de cámara con Juan II y con Enrique IV, contador de Hacienda, notario público y, en Sevilla, procurador del Concejo y Veinticuatro.
Pero el alto número de presos y presuntos herejes o infieles hizo que aquel primer recinto del convento de san Pablo (hoy iglesia de la Magdalena) se quedara pequeño, por lo cual se tuvo que pensar en habilitar una nueva sede. Siendo inquisidor general de España Fernando Valdés, cardenal arzobispo de Sevilla, se estableció en el margen del río Guardalquivir, junto al arrabal de Triana. Allí se encontraba el castillo de San Jorge, que fue edificado sobre los restos de una antigua fortaleza árabe del s. XII, y que contaba con 26 cárceles secretas. El Tribunal de la Santa Inquisición de la iglesia católica estuvo establecida en el castillo de San Jorge desde 1481 a 1785, utilizando para realizar sus autos de fe, primero las gradas de la Catedral, y más tarde la plaza de San Francisco. Aunque la mayoría tuvieron lugar en la iglesia de santa Ana además de la de San Marcos y en el convento de San Pablo.
Se conocen casos de condena del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica en 1481, año en el que fueron quemadas en la hoguera más de 2.000 personas.
Según el historiador Francisco Bernáldez, cura de los Palacios, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica quemó en Sevilla entre 1482 y 1489 a 700 reos.
El padre Mariana señala que en un solo año ardieron 2.000 personas en Sevilla. Jerónimo de Zurita cita que para 1520 el número de condenados superó los 30.000, de los cuales unos 4.000 perecieron en la hoguera.
Tras la muerte del rey Fernando II de Aragón en 1524, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica cargó a fondo contra los “moriscos”, (andaluces convertidos forzosamente al cristianismo), muchos de ellos agricultores, que se habían convertido por decreto para librarse de la expulsión de 1502, y que eran ya automáticamente sospechosos, en un auto de fe de 1524 hubo 13 quemados.
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica reprimió todo lo que pudo los delitos sexuales. Entre 1578 y 1616 fueron quedamos en Sevilla 55 sodomitas. También, como una constante durante la historia inquisitorial, fue perseguida la bigamia, al ser considerado el bígamo “un divorcista en el fondo y un delincuente en la forma”. ( Pero cuando el aculterio era consentido por el marido, éste era condenado también, como “cornudo paciente”. Él iría a la hoguera adornado con ramas de vástagos, semejando asta de venado, con banderines, campanillas y cascabeles, y sería azotado por ella, que a su vez, con el torso desnudo recibía azotes de penca. La alcahueta encabezaba esta lamentable comitiva y la gente le arrojaba excrementos).
Más de 120 años después del comienzo del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica, Fernando Niño de Guevara, arzobispo de Sevilla e Inquisidor General que se caracterizó por su intransigencia, mandarÍa ejecutar durante su periodo de mandato a más de 2.000 personas, teniendo que renunciar al cargo por orden del rey Felipe II, en 1602. No obstante un año antes de 1601, fue nombrado Cardenal de Sevilla, donde ejerció como tal hasta su muerte.
Otras formulas de ejecución del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica fueron:
- Por ahorcamiento, que se realizaba en los campos de Tablada.
- Por desmembramiento o descuartizamiento, usualmente con caballos, atando cada extremidad a un animal y azuzándolos. Esta sufre primero esguinces; continuando con el sistema óseo y finalmente se les desprenden los miembros de la víctima. Esto se realizaba en la Plaza de San Francisco.
Otros tormentos que se aplicaban en el castillo de San Jorge (hoy mercado de Triana).
- La garrucha, o la polea, se le ligaban los brazos por detrás en la espalda y se le sujetaban a una cuerda que pasaba por una polea atada al techo de la cámara de tortura. Entonces se le levantaba lentamente en el aire y después se le dejaba caer bruscamente a un par de pies del suelo. Normalmente esto ocasionaba desgarramiento en húmero y dislocaba la clavícula. Si el peso del cuerpo no fuera suficiente se podía añadir, colgándolo de los pies, un peso adicional. El proceso se repetía una y otra vez. Curiosamente, a partir de 1620 varios inquisidores hicieron múltiples recomendaciones para que el dolor del prisionero fuese lo más intenso posible. Entre las mismas destacaban el levantar muy lentamente al reo para que «disfrutase» del cruel viaje y dejarle suspendido el tiempo en que se tardaba en recitar dos veces en silencio el salme «Miserere» (una oración de arrepentimiento). Si la víctima aguantaba la tortura y rehusaba confesar, los torturadores la llevaban a una plataforma donde le quebraban los brazos y las piernas hasta que moría.
- El potro, se amarraba de manos y pies, la víctima a un armazón de madera, con una cuerda gruesa que después se apretaba vuelta tras vuelta y cada vez se iban estirando las extremidades hasta incluso llegar al desmembramiento.
-La pera: se introducía un instrumento en forma de pera en la boca, vagina o ano de la víctima, dependiendo de la acusación: oral a predicadores heréticos, vaginal a las brujas y anal a homosexuales pasivos. Esa pera en el interior se abría con un tornillo mutilando las cavidades, casi siempre ocasionando la muerte.
-La sierra: Colgaban a las víctimas de los pies, con las piernas separadas y con una sierra los cortaban por la mitad. Debido a la posición invertida, que asegura suficiente oxigenación del cerebro e impide la pérdida general de sangre, la víctima no perdía el conocimiento hasta que la sierra alcanzaba el ombligo, e incluso el pecho
-Los carbones: se aplicaban carbones al rojo vivo a unos 300 grados sobre las zonas más sensibles de la piel.
-El aplasta manos y dedos: era una herramienta metálica sencilla donde se metían los dedos de las manos y de los pies, y quedaban totalmente destrozados al voltear unos tornillos.
-El agua: consistía en tumbar a la víctima sobre una mesa, atarla las manos y los pies, introducirle al reo, al que tapaban las fosas nasales, una pieza de metal en la boca, para evitar que la cerrase y le hacían ingerir grandes cantidades de agua, y a medida que se introducía en la garganta y en las fosas nasales, la víctima, cuya respiración era a cada instante más difícil, hacía esfuerzos por tragar aquella agua y aspirar un poco de aire. Esto provocaba una sensación muy fuerte de ahogamiento y solían morir por distensión o ruptura del estómago.
-La cuna de Judas: esta tortura consistía en elevar al preso con un sistema de cuerdas y poleas y dejarlo caer sobre una pirámide de madera cuya punta estaba sumamente afilada. La tortura consistía en levantar a la víctima en el aire y dejarla caer repetidamente y con fuerza sobre la base del artefacto para que su ano, vagina o escroto se desgarrasen. El verdugo, además, podía controlar el dolor que sufría el afectado controlando la altura a la que se ubicaba el prisionero.
-La doncella de hierro: Se trataba de un sarcófago con forma de cuerpo humano con varios pinchos metálicos en su interior, que, cuando se cerraba el ataúd, se introducían en la carne del reo, estas «agujas» gigantescas no acababan con su vida, aunque le causaban un dolor increíble y hacían que se desangrase poco a poco.
- La cuna: Se obligaba a la víctima a sentarse sobre una cuña de metal extremadamente afilada, el peso del cuerpo unido al de las cadenas y bolas pesadas que se le unían a los tobillos causaban que se fuera clavando el metal en el cuerpo hasta que causaba la muerte, normalmente por desangramiento aunque en algunos casos si el cuerpo se torcía podía incluso amputar una extremidad.
- El sambenito, esta una prenda larga, de color amarillo, con una o dos cruces diagonales impresas en ella. Los arrepentidos estaban condenados a llevarlo como señal de infamia durante un periodo que podía ir de unos cuantos meses a toda la vida. Quien llevara un sambenito estaba expuesto al insulto y al ridículo y si era exiliado de su localidad, tenía que hacer frente al robo y al asesinado en la carretera y a una nueva persecución dondequiera que fuese.
María Dolores López “la beata ciega”, 24 agosto de 1781, salió del Castillo San Jorge- Altozano- Puente de Barcas- convento san Pablo (hoy iglesia de la Magdalena)- Tetuán (antes Colcheros), capilla real (esquina Sierpes)- Plaza San Francisco- Tundidores- alcaicería de la Seda (hoy Hernando Colón)- Gradas de la Catedral (hoy Alemanes)- Borceguería (hoy Mateo Gagos)- salida por la Puerta Vib-Ahorar (en memoria del maestro alarife que la construyó en época almohade)/ Puerta de Minjoar o Bab Yahwar (Puerta de las Perlas), que fue Puerta de la Judería (puerta al campo de la gran alhamía o barrio de los judíos, por encontrarse inmediata una de sus sinagogas, que se hallaba en el área que hoy ocupa la iglesia de Ntra.Sra de la Nieves, vulgo Santa Mª la Blanca)/hoy Puerta de la Carne, por la existencia de un cercano matadero a las afueras de Sevilla, derribada en 1864) y desde allí, bordeando el arroyo Tagarete..... al famoso “quemadero”, donde es la última ejecutada por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica en Sevilla, su cuerpo muerto ardió hasta las 9 de la noche en el quemadero de San Diego. (llamado así a raíz de la fundación en sus proximidades, del convento de franciscanos descalzos de San Diego en 1580.
En diciembre de 1808, el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica española fue suprimida por Napoleón Bonaparte mediante los decretos de Chamartín que se aplicaron en la España «afrancesada», mientras que en la España «patriota» la abolición se produjo varios años después, por las Cortes de Cádiz el 28 de febrero de 1813, las Cortes de Cádiz abolían el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica con la promulgación del Decreto de Abolición de la Inquisición, que firmó el presidente de las Cortes, el liberal moderado Antonio Miguel de Zumalacárregui. (el procedimiento inquisitorial atentaba contra la soberanía de la nación «ya que el poder atribuido al Inquisidor General lo convertían en un verdadero soberano, que no tenía que responder ante nadie»).
En realidad en la nueva Constitución recién aprobada no existía verdadera libertad religiosa –la única religión era la católica y la prohibición de profesar otras confesiones (en su art. 12 se decía: «La religión de la Nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas y prohíbe el ejercicio de cualquier otra».– y en lugar del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica se establecieron unos Tribunales Protectores de la Fe. Por otro lado, aunque la Constitución de 1812 reconocía el derecho de libertad de imprenta, los delitos de herejía y la censura eclesiásticas de libros continuaron.
El 21 de julio de 1814, el rey Fernando VII restauró por Real Decreto el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica en su regreso al trono, el conocido como Sexenio Absolutista.
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica sería abolido de nuevo en el Trienio Liberal, en marzo de 1820-1823, durante el que rigió la Constitución de Cádiz, promulgada en 1812.
La vuelta al absolutismo con la denominada Década Ominosa 1823-1833, supuso una nueva restauración del tribunal, que desarrolló una activa ideología religiosa y política muy reaccionaria. La Junta de Fe más activa fue la valenciana, que tuvo el triste honor de llevar a la ejecución al considerado último “hereje”, español, el maestro Cayetano Ripoll, en 1826, a pesar del malestar que generó en parte de Europa, por considerarlo un hecho de otro tiempo, impropio del s..
La abolición definitiva del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la iglesia católica española se produjo por un Real Decreto de 15 de julio de 1834 por iniciativa del liberal moderado Martínez de la Rosa, que presidía el Consejo de Ministros en ese momento del inicio de la Regencia de la viuda del rey Fernando VII, Mª Cristina de Borbón-Dos Sicilias.




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