lunes, 29 de abril de 2013

El caballo andalú



El caballo andalú (oficialmente en el mundo de la hipología, se entiende hoy en principio por caballo de Pura Raza Española (P.R.E.),  que como raza responde a unas características muy definidas:
  • Alzada o altura a la cruz entre 155 y 168 cm los machos; las hembras están entre 153 y 165 cm
  • Cuello fuerte y arqueado, bien insertado en el tronco y cubierto de una crinera larga y colgante;
  • Cabeza mediana y ligeramente convexa (cabeza de halcón);
  • Ojos vivaces;
  • Pecho amplio;
  • Grupa redondeada y potente;
  • Porte orgulloso y elegante, aires ejecutados con gracia y energía, muy hermosa acción de las manos que levanta y baja enérgicamente
  • Actualmente se admiten todos los colores de capa menos el pío, aunque en el pasado sólo se admitían el negro, el tordo y el castaño. El color más común es el tordo.
A lo largo de la historia el caballo andalu ha tenido un papel fundamental en la formación de razas equinas europeas y americanas,  como el caballo hispano-árabe, el hispano-bretón, el frisón, el lipizzano, el kladuber, el criollo, el paso fino, el peruano de paso,  el mustang, el Alterl Real y el lusitano.

Antecedentes históricos

Desde épocas muy remotas existió población caballar en estado salvaje en la Península Ibérica, se formó al parecer con animales de dos procedencias, por el Norte a través de los valles y las abras de los Pirineos, llegó un caballo de tipo céltico, procedente de las llanuras de Europa Centro Occidental, por el Sur antes de que se produjese la fractura que generó el Estrecho de Gibraltar, separando a los dos continentes, se cree penetraron del norte de África antepasados del caballo Berberisco.
Pinturas rupestres existentes en algunas cuevas, ejecutadas por el hombre del Neolítico, entre otros animales representan caballos y algunos de ellos, llevados de diestro por figuras humanas, lo cual podría indicar que ya en la Península se le estaba domesticando. 
                                                                                                                              
Otros pueblos del Mediterráneo, sucesivamente Fenicios, Griegos, Cartagineses y Romanos, fueron estableciendo colonias en la Península y posiblemente llevaron a ellas caballos domésticos, se conoce el hecho de que el general cartaginés Asdrúbal, fundador de Cartago Nova, Cartago Spartaris luego Cartagena, trajo por el mar hasta dos mil yeguas númidas del norte de Africa. 
                                                                       
Transcurrido el tiempo y ya para el siglo V de nuestra era, invaden la Península Ibérica pueblos bárbaros de Europa del norte y del este. Los visigodos o godos del oeste (Alanos, Suevos y Vándalos) quienes se establecieron entre otros sitios en lo que es hoy Andalucía (Vandalucía), trajeron con ellos un caballo de tipo germánico, fuerte y robusto. Estas oleadas sucesivas iban mezclándose con la población caballar nativa y evolucionando hacia un nuevo tipo de buenas características moforlógicas y buenas aptitudes para la guerra y la caza.
 
Ya a comienzos del siglo VIII se produce la invasión de la Península por pueblos musulmanes del norte de África que trajeron, después que se establecieron firmemente en las nuevas tierras numerosa caballada, berberisca desde Nubia del norte de África y no Árabe como muchos han pensado.                                                                                 
 Es de observar que tanto los califas como los emires y reyes, fundaron sus respectivas yeguadas, y así fue resultando de la mezcla de los caballos berberiscos con los de la Península Ibérica un nuevo tipo mejorado de mucho brió y fogosidad.                     
En los días del Califato de Córdova, había tantos caballos que Abd Ar-Rahman ibn Mu'awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik (conocido como Abderramán I (Damasco, marzo de 731 – Córdova 788), el año 780, otorgaba seguro y paz a los mozárabes granadinos mediante un pacto, que les obligaba a pagar anualmente 10.000 onzas de oro, 10.000 libras de plata, 10.000 cabezas de los mejores caballos.
Su famoso primer ministro, abogado y posteriormente gran militar Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí, llamado Al-Manūr, el Victorioso por Alá, más conocido como Almanzor (Algeciras c. 938 - Medinaceli, 11 agosto de 1002), mostró mucha dedicación para la cría caballar sistematizada y selectiva. Fundó una importante yeguada en Córdova, en la Dehesa de Alamiriya (aún hoy en día queda una pòrción de dehesa que se llama de la misma manera, próxima a Córdova la Vieja..
Se tiene noticia de la yeguada del califa Alhaquén II; Córdova, 13 enero de 915 – Córdova 16 octubre de 976 gracias a la crónica en la que Ziyad ibn Aflah, caballerizo del califa y zalmedina de Medina Azahara, ensalza la calidad de los potros que anualmente se concentraban en la almunia Amiriya, procedentes del destete de las más de 3000 yeguas que tenía el califa en las marismas, junto a 500 sementales,  en un claro paralelo con la posterior “Saca de las Yeguas”
Dada la calidad de los caballos del sur de la península Ibérica, desde el siglo XIII hasta el XIX los reyes establecieron la prohibición de cruzar las yeguas con asnos, en Andalucía, Extremadura y Murcia,  estableciendo una "raya real" al sur de la cual estaba prohibido el mestizaje de los équidos, para preservar su pureza.
En 1.476, la orden de los Cartujos adquirió por donación una área de terreno como de cinco mil hectáreas, en la zona de Jerez y allí se dedicaron con devoción y esmero a la cría y mejoramiento del caballo Andaluz, es interesante señalar una referencia en cuanto al origen de los Caballos Cartujanos. Se ha dicho que en el siglo XVIII, dos hermanos herradores, Andrés y Diego Zamora, adquirieron de un soldado un caballo que aparearon con una yegua de su propiedad, la cual en partos sucesivos produjo una potranca y un potro, este último fue bautizado por esa época con el nombre de “Esclavo” y resultó un extraordinario reproductor que originó yeguas y potros de magníficas características, esta yeguada pasó a propiedad de un señor Pedro Picado, quien la transfirió a los monjes de la Cartuja para cancelar compromisos económicos que tenía contraídos con ellos. Estos caballos que al comienzo fueron llamados Zamoranos o también caballos del Soldado, fueron al parecer el origen de la “Casta Cartujana”.
El Reino de Córdoba fue especialmente célebre por sus caballos. En él hubo dos linajes dedicados a la cría caballar. Los Mexía, señores y luego condes de Santa Eufemia, fueron famosos ganaderos desde el reinado de los Reyes Católicos, destacando en la cría de caballos tordos. Don Rodrigo Mexía el Viejo proveyó de caballos al rey Carlos I entre 1520 y 1530 y enseñó por mandato real a los gobernadores de Castilla su sistema de cría aprendido de su padre Don Gonzalo.                                                           
Por otro lado fueron renombrados los caballos "guzmanes" o "valenzuelas",
Un escrito de 1883 de José Pérez de Guzmán, quien glosando las bondades de la ganadería cordobesa, dedicaba su texto a la historia y reconocimiento de una "raza" de caballos, que en principio se denominaron "caballos guzmanes" y con posterioridad se les conoció como "caballos valenzuelas".
El hierro de estos caballos era en forma de corazón y por lo que refiere el autor, imputable al cronista en el que él se fundamenta (así como lo que dice Bolaños en su tratado de "monta a la Gineta", siglo XVII), se trataban de unos caballos de gran belleza, "airosos, fuertes y sufridos" que en el "correr, parar y andar a los costados no tenían semejantes".
        La ganadería se conocía en principio --durante buena parte del siglo XVI-- como "caballos guzmanes", debido a que D. Luis Manrique, gentil hombre y encomienda de Córdoba de la Orden de Calatrava (concedido por servicios prestados a Carlos V en la paz y en la guerra).  Un día Don Luis de Manrique, vio pasar frente a su casa un caballo beréber muy flaco y deteriorado, "rucio azul con el cabello y cola blancos y muy crespa" lo montaba un jinete de apellido Guzmán; Don Luis conocedor como el que más, adivinó en aquel animal muy buenas cualidades a pesar del estado lamentable que presentaba y se lo compró a Guzmán a cambio de treinta escudos y la capa con que en ese momento se cubría, Don Luis fue informado por el vendedor, que la corte de Marruecos lo dejó en Córdoba a su paso para agasajar al rey Carlos por sufrir éste un "torozón" ( un dolor cólico) y sustituirlo por otro. Este caballo que resultó ser muy longevo y un gran padreador, cubrió las yeguas de D. Luis las cuales había comprado a D. Diego Aguayo --Señor de la Torre de Villaverde--, a D. Rodrigo Mexías -Señor de Madroñil y luego Marqués de la Guardía y Señor de Torrefranca--, así como otras de D. Pedro de la Cueva provenientes de Guadix y Baza.
        Muerto D. Luis Manrique a edad avanzada, quien mantuvo el celibato por pertenecer a la Orden de Calatrava, el rey como gran maestre hizo pasar esta yeguada en toda su pureza y a través de varios dueños llegó a ser propiedad  de D. Martín Fernández de Córdoba Ponce de León (nieto del Conde de Cabra), quien incorporó a la piara otras 20 yeguas y un potro que él compró. D. Martín, a su vez, obsequió la ganadería a D. Gonzalo, Duque de Sesa y nieto del Gran Capitán.
       Cuando los servicios a la corona requirieron a D. Gonzalo volver de nuevo a Italia, éste dejó la ganadería a D. Juan Valenzuela, su caballerizo mayor y señor muy principal,  este también la conservó totalmente pura, dando origen a una casta muy famosa conocida desde entonces "caballos valenzuelas"-- la consevó toda su vida. Tanto D. Juan como su hijo D. Gerónimo Valenzuela, vendieron a muy buen precio tanto potros como yeguas, hecho este que no había ocurrido con anterioridad, pues sus dueños pudientes y con gran estima a estos caballos sólo hicieron donaciones a señores muy principales.
      Entre los compradores, uno de los que más yeguas adquirió fue D. Luis Gómez de Figueroa del encinar de Villaseca, quien al parecer fue de los que más tiempo mantuvo "la casta apurada". Luego, las irreparables pérdidas de la guerra con la vecina Francia (guerra de la independencia), los posteriores siete años de intestinas luchas y dos crueles años de sequía, causaron un daño irreparable a esta ganadería cordobesa.
       La bondad de estos caballos se fundamenta en la fama y reconocimiento adquiridos por sus ejemplares entre los ganaderos coetáneos. Así, fueron admirados, entre otros, un caballo que tuvo el Duque de Osuna, otro del Conde de Medellín, el caballo "Lanzarote", un caballo bayo del Duque de Arcos y otro que perteneció al Duque de Medinaceli, éste ya en el siglo XVII. Además, cuenta el cronista que a D. Juan Valenzuela le reportaba la venta de la camada de potros cada año 2000 ducados, y que vendía en el vientre de la madre por 100 ducados muchos de sus potros, aunque la condición del trato era que si nacía hembra se quedaba en la casa.
        Lo expuesto también podría ser aducido como una de las razones que inspiró a Felipe II a ubicar sus caballerizas en Córdoba, y a buen seguro que algunos de estos caballos fueron utilizados como sementales para conformar nuestro caballo andaluz. Igualmente, sirve a Cervantes para declarar a Córdoba, en el Quijote, "madre de los mejores caballos del mundo".
En 1567, Felipe II, encarga a Diego Lopez de Haro y Sotomayor, I marqués de El Carpio, la creación de las Caballerizas Reales de Córdoba (para la empresa se dedicaron, entre otros, fondos económicos provenientes de la explotación de salinas andaluzas), donde agrupó los mejores sementales y yeguas de las tierras que bordean el Guadalquivir, siendo esta yeguada real el origen de la raza del caballo andaluz.
En 1571, funda la primera Yeguada real de Castilla en terrenos de Córdova Vieja.                                                                                                                                      
En 1576 las Caballerizas Reales de Córdova, contaban con 50 empleados y 110 plazas y en la década de 1580, 600 yeguas pacían en las dehesas de Córdoba, 400 en las de Jerez y 200 en las de Jaén.                                                                                                     
En 1.579 ordenó el establecimiento del Registro Oficial de Caballos                        
A la muerte de Diego Lopez de Haro y Sotomayor, I marqués de El Carpio, el cargo de "Caballerizo Mayor de las Reales Caballerizas de Córdoba" pasó a su hijo, permaneciendo como cargo hereditario en el mayorazgo de la Casa del Carpio desde 1625, por concesión real a su nieto.
En 1605, Miguel de Cervantes, en el capítulo XXIV del Quijote da por hecho que Córdoba es la madre de los mejores caballos del mundo. Asimismo, en el capítulo XV de dicha novela, hace alusión a la gallardía de las yeguas cordobesas.                              
En todo el Siglo de Oro no hubo duda de la excelencia de los caballos andaluces. Lope de Bega, en su comedia Los comendadores de Córdoba recoge no sólo la fama de los caballos cordobeses sino también la de sus jinetes. Del mismo modo la citada obra de Lope de 1610 y la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora de 1612 de, dedicada al conde de Niebla, son un testimonio excepcional de la denominación histórica "caballo andaluz".
Por estas fechas los caballos andaluces eran muy apreciados dentro y fuera de España, teniendo propietarios como Don Juan de Austria, los reyes de Francia, el Duque de Baviera, el emperador Maximiliano II y su hermano el archiduque Carlos. Estos dos últimos crearon el caballo lipizzano, a partir de caballos andaluces ligeros y la Escuela de Española de Equitación en Viena, siguiendo la doma española tradicional.
Comenzó el 28 de agosto de ese año a raíz de la carta de Felipe II a su caballerizo en Córdoba:
"Don Diego de Haro a cuyo cargo esta la raza, y caballeriza que tenemos en la ciudad de Córdoba, sabed que yo he tenido por bien que de los caballos que hay en esa caballeriza, se den al emperador mi sobrino doce caballos, al archiduque Ernesto, su hermano, seis, al archiduque Fernando, cuatro y a Maximiliano y Matías, cada otros cuatro, al duque de Saboya diez, al duque de Mantua dos, y a don José de Acuña uno, que todos son cuarenta y tres caballos, y han de ser muy buenos, y de edad de cuatro hasta seis años. Os mando que habiendo elegido los que he mandado enviar a Madrid para mi servicio, y del príncipe, mi muy claro y amado hijo, escojáis los susodichos entre los demás y los enviéis, con persona de recaudo a Cartagena, donde he mandado que se flete un navío en que se embarquen y lleven a Génova. Y las personas que los llevaren de ahí, los entregarán a Decio Rucio, si estuviere allí (en Cartagena), que por la experiencia que tiene de ello, por haber traído algunas veces caballos de Nápoles, he acordado que los lleve él por mar. Y de cómo habrán salido de ahí me aviséis luego. De San Lorenzo a veinte y ocho de agosto de mil quinientos y noventa y tres años. Yo el Rey, y refrendada de Juan de Ibarra, sin señal".
A partir de este momento, Austria, se convirtió en uno de los países de partida para el resto de las naciones limítrofes de los caballos españoles. Caballos que fueron utilizados para obtener, a través de sus cruces, nuevas razas como: la lipizzana, o la menos conocida raza de Kladrub, de Bohemia, estos caballos, sin duda, siguen hoy mostrando en su morfología y movimientos, los genes de nuestra raza.
En esta época surgieron las maestranzas de caballería, corporaciones nobiliarias cuyo principal fin era el ejercicio de la monta a la brida y a la jineta, que en algunos casos construyeron y sostuvieron sus propias plazas de toros. Las maestranzas surgieron en Andalucía con la creación de la de Ronda en 1573, la de Sevilla en 1670, de Granada en 1689, la de Carmona en 1728, la de Antequera, del mismo año, la de Jerezde la Frontera en 1739 y se intentaron constituir otras en Jaén y Utrera, en 1731 y 1732 respectivamente, pero fueron denegadas por la Junta de Caballería. Las maestranzas también se extendieron fuera del territorio andaluz, con la fundación de la de Valencia en 1697, la de Palma de Mallorca en 1758 y la de Zaragoza en 1819. El artículo primero de los estatutos de la Maestranza de Granada, redactados en 1764, es otro ejemplo de la denominación histórica de esta raza como "caballo andaluz":
[...] y para que los caballos andaluces que han hecho la milicia española superior a la de todas las naciones, no descaezcan de la excelencia en que se constituyen por la hidalguía de sus razas, y primor de su doctrina [...].
Su hijo Felipe III de Austria (o Habsburgo) (Madrid, 14 de abril de 1578- Madrid 31 de marzo de 1621), dio lugar a un retroceso pues puso esta yeguada de Córdova bajo la dirección del napolitano Juan Gerónimo DeTiutti, quien hizo cubrir las yeguas españolas por sementales Normandos, Daneses y Napolitanos, de ascendencia germánica, temperamento linfático, con cabeza grande y acarnerada, corpulentos y pesados, el resultado fue restarle finura y pureza a la raza.
En 1.659, bajo Felipe IV, la Real Junta de Caballería toma la dirección y fomento de la cría de caballos, y con Carlos II se estableció el Registro General de Caballos.
En 1751 se produjo un grave incendio en las Caballerizas Reales de Córdoba, por lo que Fernando VI ordenó reconstruirlas, finalizándose la obra en tiempos de Carlos III, quien colocó sus armas en la fachada. Ese mismo año José I  rey de Portugal quiso crear una yeguada nacional en su reino, para lo cual adquirió 33 yeguas y 2 sementales andaluces. En 1753 la cabaña tenía ya 268 individuos, principalmente de capa castaña, origen de la raza llamada Alter Real.
El año de 1.808, las tropas napoleónicas entran en España y se produce la llamada guerra de Independencia, las yeguas de las Caballerizas Reales de Córdoba, fueron trasladadas a las Islas Baleares para preservarlas del expolio napoleónico, ya que al retirarse los ejércitos de Bonaparte, se llevaron gran número de caballos que pudieron requisar y entre ellos muchos padrillos de muy buena calidad.
Al parecer no se perdió éste totalmente, debido en parte a que una familia de apellido Zapata, más concretamente Don Juan Zapata, agricultor y ganadero, en Arcos de la Frontera logró salvar su yeguada ocultándola del pillaje de la guerra.                       
 Posteriormente y también en el siglo XIX Don Juan José Zapata, nieto del anterior, adquirió sementales de los que en el monasterio de “Santa María de la Defección de la Frontera”,  seleccionaban y cuidaban los padres Cartujos.
Los actuales caballos de Terry distinguidos con el hierro del bocado son descendientes de los caballos de los Zapata, y de los caballos Cartujanos.
Terminada la Guerra, en 1814 no regresaron a Córdoba sino que pasaron a la Yeguada de Aranjuez, quedando las caballerizas cordobesas como depósito de sementales. Además de esto Córdoba perdió importancia porque el rey Fernando VII apoyó la Yeguada de las Lomas de übeda en 1820,  suspendió la prohibición de cubrir yeguas con garañón al sur de la "raya real", lo que favoreció el uso de la mula en el enganche de coches y diligencias, que en el sur de la península Ibérica anteriormente sólo se utilizaba en labores del campo. Además su hermano el Infante Carlos, presidente de la Junta Suprema de Caballería y partidario de cruzar yeguas andaluzas con otras razas europeas, como el caballo normando, el trakelner, el holstein y el hanoveriano, creó las yeguadas de Cazorla y de Sevilla en 1828 y 1830 respectivamente, lo que causó un grave deterioro genético a la cabaña.
Como contrapartida a mediados de siglo se crearon las Escuelas de Veterinaria de Zaragoza, León y Córdoba, esta última en 1847, dependiente de la Universidad de Sevilla y dedicada especialmente al cuidado y mejora del caballo.                            
Asimismo en 1864, por iniciativa del lojeño Narváez, el Ramo de Guerra se encargó de la cría y del fomento caballar nacional. Además, muchos ganaderos andaluces no habían practicado esos cruces, por lo que fue posible recuperar la pureza original de la raza, cuando en 1893 el Ministerio de Guerra decidió organizar la cría caballar en España, ubicando la yeguada nacional, luego militar, en la Hacienda de Moratalla, en Hornachuelos y Posadas. Para la recuperación del caballo andaluz se utilizaron 18 yeguas procedentes de Córdoba, Montilla y Jerez de la Frontera.                   
 En el último tercio del siglo XIX funcionaban los depósitos de sementales de Córdoba, Úbeda, Jerez y Valladolid y en los primeros años del siglo XX se fundaron otros en Alcalá de Henares, Hospitalet de Llobregat, Garrapinillos, Bétera, León y Santander.
Que por Real Orden del trece de enero de 1.912, se creó la Matrícula y Registro de Caballos y Yeguas de raza árabe, pura raza ingles y anglo-árabe, decidiendo inscribir a los tradicionalmente llamados Caballos Andaluces como  “Pura Raza Española”, más tarde abreviado como PRE, dependiente de la Dirección de Remonta y Cría Caballar del Ejercito. Más reciente en Jerez de la Frontera se fundó la Asociación de Propietarios y Criadores del Caballo Español, con más del 80% de ganaderos afiliados.
En los años 1920 la yeguada nacional de Moratalla se amplío en Medina-Sidonia y luego en Jerez. Durante la Segunda República la competencia en la cría y el fomento caballar se trasladó al Ministerio de Fomento y posteriormente al Ministerio de Agricultura.
Durante el Franquismo la yeguada nacional pasó a llamarse yeguada militar.    En 1956 se sacó de la Hacienda de Moratalla y se trasladó a Ëcija, a la fincas de la Turquilla y de la Isla; a Jerez, al Cortijo de Vicos y a la finca de Garrapilos; a Ibio, y a  Lore-Toki (en San Sebastian). Además se abrieron nuevos depósitos de sementales en  Manacor y Hoya Fría (en Tenerife). En este periodo, en que se impuso definitivamente la locomoción en las labores del campo y en la tracción de vehículos, la raza de caballos andaluces se conservó gracias a algunos ganaderos, andaluces y  extremeños fundamentalmente, como son Terry, Bahones, Guerrero, Pallarés, Romero Benítez, Escalera, Miura y Blasco Balbuena, entre otros. Asimismo fue muy importante la labor de la Federación Hípica Española, del laboratorio de locomoción de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Córdoba y de Álvaro Domecq, así como la promoción de la raza que hizo la Feria del ganado de Jerez, que pasó a denominarse  Feria del Caballo.
         A partir de 1966 España impidió a Portugal inscribir en su libro a sus caballos, por lo que el país luso eligió dar a sus caballos andaluces una nueva denominación: caballo lusitano, en recuerdo de la antigua Lusitania. Portugal abrió su propio registro, que permaneció abierto hasta 1980 y que volvió a abrir entre 1996 y 1999, para refrescar la sangre nuevamente con caballos andaluces.
En 1972 se constituyó con sede en Sevilla la Asociación Nacional de Criadores de Caballos Españoles (ANCCE) En 1973 el Ayuntamiento de Jerez creó el premio Caballo de Oro, que concedió a Álvaro Domeq y en cuyo acto de entrega se estrenó el espectáculo "Cómo bailan los caballos andaluces", ideado por el propio Domecq. Este espectáculo fue el origen de la Fundación Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre.
Entre 1989 y 1992 se produjo en España un brote de peste equina que afectó a la cabaña de caballos andaluces. En 1990 el Ministerio de Hacienda trasladó la yeguada del Bocado, de Terry, a la dehesa de la Fuente del Suero, ambas patrimonio expropiado a RUMASA, donde permanece. Desde 1991 la ANCCE organiza en Sevilla la última semana de noviembre el Salón Internacional de Caballo (SICAB), con un importante concurso morfológico.
         En 1995 las caballerizas de Córdoba perdieron su uso como depósito de sementales, permaneciendo vacías desde entonces. En 1996 se inauguró el Museo del Caballo y algo después el Museo de Carruajes de Sevilla. Ese mismo año se creó Córdoba Ecuestre, que organiza el concurso CABALCOR y en 2002 se celebraron los Juegos Ecuestres mundiales en Jerez.
        En los últimos tiempos varios caballos andaluces han participado en los Juegos Olímpicos en la modalidad de doma, obteniendo diploma olímpico, bronce individual y plata por equipos en Atlanta 1996, Sidney 2000 y Atenas 2004.

domingo, 28 de abril de 2013

Bāb al-Hadid/Puerta de Elvira.

Esta monumental puerta, debe su nombre al hecho de estar abierta en camino que unía la madīnat de Garnāţa con la desaparecida ciudad romana y musulmana de Ilbira, situada en las proximidades de Atarfe. Ya Ahmad ibn al-Isa nos habla ya de su existencia en el siglo IX, destacando sus dimensiones. Sin embargo, por un grabado antigüo sabemos que existió un arco al comienzo de la calle de Elvira que sería una primera puerta construida en el s. XI, a la que más tarde se agregaron otras defensas hasta convertir el acceso en un poderoso complejo defensivo, del cuál se conserva la mayor parte de su frente externo.

Abierta en el centro de una fuerte barbacana dotada de bizarros muros y torres defensivas, se penetraba en ella por el gran arco exterior de herradura que todavía conserva, situado entre dos torreones y rematado por una hilera de almenas, con poderosos merlones. Tras el gran arco de herradura hoy visible se abría un hueco o buhera por el que se hostigaba a quienes se acercaran a la puerta propiamente dicha, cuyo arco estaba retranqueado respecto al frente de la puerta y fue demolido a comienzos del s. XIX.

Tras ésta puerta había un patio interior con nichos en sus lados para guarecer a la guardia. En frente de la puerta exterior había otra puerta por la que se accedía al-rabád/arrabal de al-Bayyāzīn por la cuesta de Alhacaba, mientras que girando a la derecha, por la antigüa puerta del s. XI se iniciaba el recorrido de la calle de Elvira, arteria principal de la madīnat, habiendo subsistido su jamba E convertida en 1880 en capilla, resturada en 1994, en la que se venera una imagen de la virgen de las Angustias y otra de San Juan de Dios, por ser este el lugar en que Juan Ciudad vendía libros y estampas antes de dedicar el resto de su vida a los pobres y enfermos. Las estructuras hoy visibles son de tapial con aparejo fingido de grandes sillares, visibles en el lateral exterior. Con mucha probabilidad corresponden a mediados del s. XIV.

La reforma monumental de Bāb al-Hadid, de la que sobresalen sus dos torreones unidos mediante arco de herradura de ladrillo, con sus ángulos internos construidos de sillares a soga y tizón, estando estucada fingiendo sillares de piedra con tendeles blancos. Muestra pasaje de entrada abierto al aire libre entre murallas al tiempo que aligerar el material de construcción, como se hizo en el lienzo E de al-Qaşába de Qal´at al-Hamrā al construir la torre Quebrada, procedimiento utilizado ya en la arquitectura militar, romano-bizantina.

viernes, 26 de abril de 2013

Palacio de Dār al-Ḥurra

      A éste Palacio naşrī puede accederse desde dos puntos: desde la plaza de San Miguel Bajo, a través del callejón del Gallo, o desde Plaza Larga por el Arco de las Pesas y el Callejón de las Monjas. Como dato agregado es importante mencionar que está limitado por elementos arquitectónicos como el Convento de Santa Isabel la Real, la Iglesia de San Miguel y las murallas zirīes del s. XI donde, seguramente, estuvo situado el Palacio del ´Āmir Bādis ibn Habbūs al-Muẓaffar an-Naşir, el famoso Dar al-Dic Roh.
     La mansión de la familia real naşrī denominada Dār al-Ḥurra debe su nombre al tratamiento honorífico que recibían las princesas naşrīes, por lo que se ha traducido como Casa de la ´Āmira, de la Reyna, o de la Señora. Está situada dentro del recinto de al-Qaşába Qadīma, probablemente sobre el solar ocupado por al-Qaşr/Alcázar del ´Āmir zirī Bādis ibn Habbūs al-Muẓaffar an-Naşir (s. XI). Ocupa una parcela de 357 m2, sin incluir la zona destinada a huertas y jardines. Se desarrolla en torno a un patio rectangular, al que se accede por el angulo SO con galerías de tres arcos a N y S con plantas baja y alta, salvo en su sala meridional, que se transformó en capilla al pasar al convento de Santa Isabel la Real. El patio tiene un estanque en el centro con una fuente próxima a la galería S y pórtico con tres arcos y columnas de capiteles cúbicos y con crujías en los cuatro lados y pórticos solo en los dos menores. En estos últimos se situaban las salas principales, de doble altura, mientras que en los otros había dos pisos de habitaciones secundarias. Las estancias tienen techos de artesonado de lazo y franjas de decoración epigráfica.
     Sus dos características más notables son la existencia de una planta alta sobre la sala de la crujía norte, con su galería de acceso, y los miradores situados en el centro de ambas salas de este mismo lado Se accede al piso alto por escalera ubicada en el ángulo en que sube a la planta alta de las crujías oriental, y mediante galería adintelada da acceso a la sala alta también con mirador sobre el de la planta baja y al-qúbbas/alcobas en los extremos de la estancia. La escalera termina en azotea cubierta y cerrada a los tejados por celosías En este recinto debió buscar refugio ´Āiša, madre de Abū ´Abd ´Allāh Mwḥāmmad XI ibn ´Alī bi-Llāh (Boabdil) y esposa de Abū-l-Ḥassān ´Alī cuando éste, enamorado de la rumí, Isabel de Solís, la relegó en el rango del harén. Pero si esto corresponde a la verdad, la leyenda es francamente fastuosa:

Cuenta que Abū -l-Ḥaŷŷāŷ Yusūf I ibn Ismā´īl estuvo casado y enormemente enamorado de su favorita la bellísima Kamar a la que Yaḥyā, noble cortesano, pidió relaciones que aquella le negó. En su despecho, el noble consiguió introducir una joya de Zara, amante de Omar, en el joyero de la "honesta" Kamar. En conversación aviesa, Yaḥyā indujo al rey a la desconfianza al comentarle que para saber si las mujeres eran fieles no había forma mejor que mirar en su joyero. Así hizo Abū -l-Ḥaŷŷāŷ Yusūf I ibn Ismā´īl y así la consideró infiel y reo de alta traición. En lugar de ajusticiarla deportó a su bella esposa a este Palacio para de él no salir nunca más. Pero la verdad tenía que brillar y brilló: Yaḥyā fue ajusticiado y la favorita retornó al lugar que le correspondía por justicia y por compensación. Lo de llamar al Palacio de la "honesta" parece guardar relación con este hermoso episodio

En ella nos encontramos a los pocos metros de su comienzo con la Iglesia y Convento de Santa Isabel la Real a los que se accede a través de un romántico compás.

El convento fue fundado en 1501 por la reina Isabel I de Castilla y Liyūn para monjas franciscanas clarisas; que en su honor lleva el nombre de Santa Isabel la Real, en cuanto a la iglesia tiene una portada ojival y su única nave es mudaŷŷan. Al costado derecho del convento se extiende un amplio jardín moderno en lo que fue huerta de Santa Isabel y antes “yanza al-Ulyahin al-Qaşába Qadīma” (Huerta alta de al-Qaşába Qadīma).

Por fortuna, la mansión naşrī se mantuvo, con pocas modificaciones, en el extremo norte del conjunto conventual, hasta que fue adquirida por el Estado en la década de 1920.

jueves, 25 de abril de 2013

Bāb al-Banaīdar/Puerta Monaita

Actualmente se localiza en el cruce de la Cuesta de la Alhacaba con el Carril de la Lona. Fue la entrada principal de al-Qaşába Qadīma y comunicaba ésta con la vega. Su construcción es del siglo XI posiblemente bajo el mandato de los primeros monarcas zirīes: abbūs ibn Māksan Sayw al-Dawla (1020-1038)) y Bādīs ibn abbūs ibn Zāwī ibn Zīrī al-Şinhāyī (1038-1073) quienes hicieron construir una madīnat fortificada tras el inmenso transvase de población desde la destruida madīnat de Ilbira a la nueva capital. Antes del s. XVII se llamaba de Bāb al-Banaīdar (Puerta de las Eras) al parecer por la existencia de una era cerca de la puerta. Está flanqueada por un torreón de mampostería encintada. La puerta de acceso, única conservada, presenta un acceso con dos arcos de herradura, de piedra ligeramente apuntados y unidos por una bóveda de medio cañón, entre los cuales quedaban enrasadas las hojas de cierre. Los arcos son de disposición enjarjada (con piedras dispuestas horizontalmente hasta una cierta altura en que se inicia el arco propiamente dicho) y están labrados en piedra de La Malahá, la de las jambas de piedra franca y los dinteles de ladrillo.                                                                                                                                                      
 La bóveda de cañón intermedia es de ladrillo rojo estando reforzado por dos arcos fajones, igualmente de ladrillo, que soportan el peso de la estructura llevando el empuje de la bóveda hacia el suelo. En esta bóveda se pueden apreciar las quicialeras de madera donde encajarían las puertas originales. Tras esta puerta había un patio cuadrado encerrado entre murallas, a través del cual, girando a mano derecha y por otra puerta hoy desaparecida, se entraba a al-Qaşába La disposición de dos entradas formando un giro entre ellas mejora con creces el sistema de dos puertas opuestas ya que ante un ataque los defensores embestirían de frente al enemigo con mayor ventaja. Esta puerta junto a la de las Pesas son las primeras que utilizan este sistema defensivo en todo el territorio āndalusī. El origen de este sistema se remonta al antigüo Egipto donde es aplicado en las casas para obtener mayor intimidad aunque después sería adoptado en las puertas de las ciudades adquiriendo así el carácter defensivo del sistema. La introducción de este método defensivo en al-Āndalus se debe a la influencia que tuvo Bagdad, donde ya se utilizaban las entradas en recodo en sus fortificaciones, sobre la zona africana de al-Magrib de donde eran originarios los zirīes, quienes trajeron las técnicas y formas constructivas de la zona. A la derecha de la puerta se dispone un gran torreón de medidas irregulares ya que no tiene forma rectangular. La torre defiende la entrada a la puerta además de servir de apoyo a esta. Al otro lado de la puerta se sitúa el arranque de la muralla aunque muy transformada todavía se pueden observar el parapeto original y el amplio grosor de sus muros ya que tenía la función de albergar un adarve en la parte superior. La escalinata de acceso es reciente y cubre la rampa original que daría acceso en zigzag a la puerta. Esta rampa es usual en las construcciones musulmanas para una mejor defensa ya que dificultaba la llegada a la puerta haciendo que los caballo resbalaran y el jinete tuviese que desmontar para llegar al recinto.                                                                                                                                                                             
La Masyid al-Murabitin/Mezquita de los Morabitos, hoy parroquia de San José, estuvo emplazada en al-Qazaba Qadima -al comienzo de la hoy llamada calle San José- y en la actualidad solo se conserva su alminar y aljibe. El primero de los elementos, de planta cuadrada -3’83 m en cada uno de sus lados-, permanece casi exento en el noreste de la iglesia; en la parte inferior de su fábrica se percibe el empleo de grandes sillares unidos con yeso, mientras que en la superior, buscando un mayor sentido decorativo, se emplean lajas procedentes de La Malahá dispuestas una a soga y varias a tizón. En su interior, la escalera gira en sentido ascendente en torno a un machón central, iluminada por pequeñas saeteras en dos de sus lados y una única ventana; con arco de herradura realizado en ladrillo.
            Y el 7 de enero de 1492, el arzobispo de Granada, fray Hernando de Talavera, lleva a cabo la bendición de la mezquita para poder ser empleada a partir de ese momento como iglesia. En este sentido, estaríamos ante una de las primeras de la ciudad, encontrándose a la cabeza la de San Juan de los Reyes, mandada bendecir por los Reyes Católicos dos días antes que la de San José. Sin embargo, tanto para una como para otra, su erección canónica como templo parroquial tiene lugar el 15 de octubre de 1501 cuando el cardenal Pedro González de Mendoza, procede a la división de la ciudad en 23 parroquias, de las cuales, 14 debían establecerse en el Albayzín.
           Con los años las mezquitas bendecidas empiezan a ser reemplazadas por iglesias, en 1517 le llega el turno a la de los Morabitos, que es destruida para dar paso a la nueva construcción que pese a posteriores modificaciones, será finalizada en 1525 bajo las directrices de Rodrigo Hernández, que llevará a cabo una fábrica gótico-mudéjar. Su feligresía, al igual que en el resto de las parroquiales del Albayzín, fue principalmente morisca hasta que en 1571 tiene lugar su expulsión, aún así, nos encontramos con una minoría de letrados, oidores y escribanos reales cuya concentración en la zona, posiblemente fuese debida a su proximidad con la Real Chancillería. La presencia de nobleza en su entorno, queda ampliamente puesta de manifiesto en el hecho de que San José es la única iglesia del Albayzín que posee una capilla mayor con carácter funerario sufragada por nobles, poseyendo este mismo carácter la cuarta capilla del lado del Evangelio. Su carácter diferencial está presente en el empleo de una rica armadura mudéjar que contrasta con las bóvedas de crucería de las demás capillas.
           La iglesia de San José se trata de una nave rectangular con arcos diafragmas, capillas laterales entre contrafuertes y capilla mayor cuadrada separada por un arco toral; la capilla que hay a los pies de la iglesia fue añadida posteriormente -entre 1540 y 1549- como coro.
Vio finalizadas sus obras en 1525 siendo maestro mayor Rodrigo Hernández, quien previamente había dirigido las de San Nicolás o posteriormente las de Santiago y San Andrés -realizadas en 1525 y 1528 respectivamente.
           Su portada se encuentra instalada en el lado derecho del templo, fue realizada en caliza de Sierra Elvira por el arquitecto barroco Luís de Arévalo, antes de 1756.
          La portada de San José presenta un arco de medio punto, con un leve resalte en la clave, que descansa sobre dos austeras pilastras cajeadas. El arco está flanqueado por dos columnas estriadas con arista a bisel, de capitel toscano; ambas apoyan sobre dos elevados pedestales que han perdido las placas de piedra blanca que aun se conservan en las enjutas del arco con pretensiones ornamentales. Sobre el entablamento encontramos un frontón partido acabado en roleos con dos pequeños pináculos que coinciden con el eje de las pilastras de la portada. El frontón está enmarcando una pequeña hornacina que remata la portada a modo de ático, en ella un pequeño entablamento se curva adoptando la fisonomía de un arco de medio punto apoyado, también, sobre dos pilastras cajeadas y rematadas sobre la cornisa por pináculos similares a los del frontón descrito. La hornacina cobija la imagen del Santo Titular del templo, San José con el Niño en actitud caminante.
          En la actualidad la iglesia no solo sigue estando abierta al culto sino que, desde el proceso desamortizador de 1842, absorbió el correspondiente a las iglesias de San Miguel y San Nicolás que desde ese momento se convirtieron en templos anejos a San José. Posiblemente esa sea la razón por la que algunas obras de arte como el Cristo atado a la columna de Siloe fueran a parar a San José, parroquia donde fueron enterrados personajes ilustres del campo de las artes como el escultor Torcuato Ruiz del Peral -1773- y los pintores Felipe Gómez de Valencia -1679- y Miguel Pérez de Aibar.
         En la iglesia de San José tenia su sede la cofradía de los carpinteros, en ella se reunían, siguiendo la Ordenanza de 1528, el día de año nuevo o cualquier otro domingo o festivo del mes de enero.
            El otro testigo de la existencia de la mezquita es el aljibe, construido entre los ss. X y XI, que al igual que la torre, se encuentra instalado en el noreste de la iglesia, pero en este caso no está exento con respecto a esta sino que una parte de su bóveda se encuentra oculta bajo el coro de la iglesia. Debemos suponer que en su momento, este aljibe debió ser el encargado de suministrar el agua necesaria para que los fieles que acudían a la mezquita pudiesen llevar a cabo sus correspondientes abluciones. El aljibe consta de una sola nave, su capacidad es de 71 m3 7´29 mts de largo x 2´82 mts de ancho y 5´62mts de alto, claramente diferenciada en dos partes, la primera es bastante más pequeña pero de mayor altura, cubierta con una bóveda de aristas, y se corresponde con la portada; la otra nave es de medio cañón, ambas se levantan sobre un pequeño resalte en el muro realizado enteramente en tapial. En el extremo de la nave principal hay dos agujeros que posiblemente fueron empleados para sacar agua desde el interior de la mezquita, y posteriormente de la iglesia.
       Gran parte de la bóveda principal quedó oculta bajo la iglesia, cuando a partir de 1540 se procede a la construcción de su coro. Por el contrario, el trasdós del primer tramo si que se encuentra visible aunque no desde hace demasiado, porque aún en época de Torres Balbás había una casa sobre él -entre la torre y la iglesia-, tras su eliminación se llevó a cabo una reparación del exterior hacia 1965.
        Al parecer, hasta el siglo XVI se conservó una piedra sobre la boca del aljibe en la que se ofrecía información sobre la fundación del mismo, que corrió a cargo de los vecinos de Hizna Román para uso de los morabitos de la mezquita.
Continuamos nuestro camino de ascenso por el citado Carril de la Lona para llegar a la Plaza de San Miguel Bajo (antes de Pérez del Pulgar) en la que podremos admirar el templo de éste nombre construido en 1538, sobre una mezquita de la que sólo queda su aljibe. También podemos observar un crucifijo de piedra del s. XVII y restos de una casa āndalusī.
A continuación nos desviamos un poquito de nuestra ruta para internarnos por el Callejón del Gallo en el corazón de al-Qaşába Qadīma, que nace de la Placeta de San Miguel Bajo y termina en la del Gallo, debiendo ambos su nombre a la antigüa existencia del Palacio levantado por el ´Āmir Bādis ibn Habbūs al-Muaffar an-Naşir en cuya torre más alta se encontraba una veleta llamada por los āndalusīes Gallo del Viento. Llegamos así al Callejón de las Monjas Hubo un tiempo en que su nombre fue 'Callejón de Santa Isabel', por la proximidad del convento. También fue llamado 'Callejón del ladrón del agua', en clara alusión a la apropiación indebida del agua del acueducto. El valor histórico de este lugar viene de la reacción política que a los seguidores de los Augsburgo supuso el ascenso fulgurante e imparable de los Borbones en Garnāţa y, también, en España. Era una ventosa noche del mes de marzo de 1.705 cuando los minoritarios seguidores de los Austrias realizaron un contubernio que pudiera llevarles al restablecimiento o mantenimiento del antigüo poder en el que ellos serían garantes de la continuación política de las glorias de España así como sus beneficiarios más inmediatos y privilegiados. Como era de esperar, su intentona fracasó lo que les supuso juicio sumarísimo y ahorcamiento inmediato, parece ser, que bajo el arco tan bello que contemplamos. A la mañana siguiente sus cuerpos colgaban balanceándose del arco: Beltrán García, Alvaro Cárdenas, el vizconde de Cardona y cuatro conjurados más, cabecillas todos ellos de la conspiración. Así habían dejado de conspirar y crear oposición violenta al emergente poder francés. Cuentan los naturales de al-rabád que durante las noches más lluviosas, más ventosas y más oscuras, parecidas a aquella en la que ocurrieron los hechos, las almas de los ajusticiados vagan por el angosto de la calle reivindicando su verdad y su razón produciendo el lógico terror en aquellos atrevidos viandantes que los puedan percibir. En la Placeta Cristo de las Azucenas nos encontramos con al-ŷubb al-Qadin/Aljibe del Rey
            Es el mayor aljibe āndalusī de Garnāţa, una construcción del siglo XI cuyo nombre proviene de la creencia de que servía el agua a los Palacios de la corte zirī que ocupaban esta zona de al-Qaşába. Se fundamenta esta afirmación en la enorme capacidad del depósito, 300 m3 de capacidad, lo que da indicios de que debía abastecer a un gran complejo de edificios así como la referida ubicación junto a lo que se cree que eran los Palacios Reales. Se compone de cuatro naves cubiertas con bóvedas de cañón de ladrillo, comunicadas entre sí por arcos del mismo material que descargan sobre pilares. En las bóvedas se abren huecos por los que se recogía el agua de lluvia, lo que hace pensar que su construcción es incluso anterior a la del abastecimiento desde as-Sāqiyat/Acequia de Ainadamar.
           Uno de estos huecos servía también para extraer el agua, como curiosidad se pueden ver las acanaladuras que el roce de la cuerda, no se usaba polea, ha dejado a lo largo de los siglos en la piedra. Se accede al depósito por el hueco que comunica con el pretil exterior. En la actualidad su bóveda queda dentro del llamado Carmen del Aljibe del Rey, sede de la Fundación Albaicín Garnāţa. En el que se encuentra un pequeño acueducto por donde pasaban las aguas de as-Sāqiyat/Acequia de Ainadamar hacia el convento de Santa Isabel y hacia el Palacio de Dār al-Ḥurra.

miércoles, 24 de abril de 2013

Qarmūna

La antigüa madīnat de Qarmūna, situada sobre una altiplanicie que domina la fértil margen izquierda del wādī-l-Qabīr, a 30 km de Išbylīya, está rodeada por completo de murallas a lo largo de 3 kilómetros. El recinto amurallado es de origen romano, tenía cuatro puertas, que permitían la comunicación de la ciudad amurallada con el exterior. De ellas hoy día sólo quedan dos, la de Išbylīya y la de Qūrţuba.

Se tiene constancia de que fue una de las primeras conquistas auspiciadas por ´Abd al-´Azīz Ţāriq ibn Ziŷād tras el desembarco del 711. La toma efectiva se fecha en julio del 713 y fue dirigida militarmente por Mūsā ibn Nuşayr. Una vez instalados, los musulmanes conservaron el viejo nombre de la ciudad, adaptándolo a su fonética: Qarmūna.

Desde el siglo VIII y hasta el fin del Califato de Qūrţuba, Qarmūna era cabeza de una cora, que comprendía todo el territorio limitado por las de Istīyya/Ecija, Shant Fila/Setefilla, Išbylīya y Mawrūr/Morón e incluía en su término aldeas y localidades menores, como Marsana y Bardis (las actuales Marchena y Paradas).

Qarmūna es habitualmente inexpugnable por todos los lados de su contorno, excepto por su cara occidental: allí, la altura de la muralla es de 40 piedras, que equivale a 43 codos. En la muralla Oeste hay una torre conocida bajo el nombre de al-Burg al-Agamm; en caso de guerra se colocan sobre esta plataforma lanzaproyectiles. En el ángulo de esta misma muralla Norte hay otra más alta, que recibe el nombre de Samarmala: está cubierta por una torre de defensa y domina, al exterior, una verde pradera, cuya hierba no se seca jamás. A lo largo de esta muralla corre una fosa muy profunda, que data de la Antigüedad y cuyo terraplén se une a la muralla. Sobre el trazado de la muralla Sur, se observa en cierto lugar una gran roca escarpada, levantada como un muro y tan alta que apenas se puede levantar los ojos hasta su cumbre: la muralla está construida por encima; entre ésta y el borde de la roca hay espacio suficiente para el paso de un hombre. Algunos se deslizan desde allí para ir a recoger miel y sacar los pájaros de la fisura de la roca. Esta misma muralla meridional (Sur) está horadada por una puerta llamada:

Bāb Yarni, cuyo nombre proviene del burgo Yarni, no lejos de ella.

Bāb de Qūrţuba al Este de la muralla, es un arco munimental, flanqueado por dos torres de sillería, tapial y ladrillo. Aunque su fachada interior y exterior fueron decoradas en el año 1800, fue construida por los romanos en el siglo I de C.

Durante la época de los Reyes Católicos la Puerta perdió su primigenia función defensiva y, con ello, su austero aspecto militar, tomando una función fiscalizadora de los productos elaborados fuera de las murallas, ejerciendo en la práctica como una aduana y adquiriendo, por tanto, una arquitectura civil. En las últimas investigaciones arqueológicas, realizadas con carácter previo a la restauración, se ha descubierto que posee dos puertas pequeñas, a cada lado de la principal, que se cegaron en el siglo II, a causa de la inestabilidad política, encontrándose actualmente en el interior de las casas adosadas, lo que la convierte en la única puerta romana de tres arcos, de carácter defensivo, que existe en la Península Ibérica.

En el siglo XVI se le hicieron reformas renacentistas y a principios del siglo XVII se acordó colocar hermosos motivos ornamentales, como escudos y estatuas de mármol, hoy en día perdidas, que dignificaron la Puerta. El aspecto barroco se le confirió en época de Carlos II, con las reformas de 1688, y por ello también se la conoce como Puerta de Carlos II.
A finales del siglo XVIII se realizó la última intervención, a cargo del afamado arquitecto neoclásico, natural de Qarmūna, José Chamorro, reedificándose parte del monumento y consolidándose el conjunto. En el intradós del vano principal se mantiene un interesante lienzo dieciochesco, que representa a la Virgen de Gracia, patrona de la ciudad.

La Bāb Calsena situada al Nordeste, y es la que hay que franquear al volver a Qūrţuba, pues el camino a que da acceso es fácil, mientras que el que sale de la Puerta de Qūrţuba es difícil y escarpado.

La Bāb Išbylīya está al Oeste: un poco retirada para el que entra a Qarmūna. Su origen está establecido en el siglo IX a. C., por lo que en el monumento, que fue declarado histórico-artístico antes incluso que la Giralda de Išbylīya.

Los cartagineses construyeron un baluarte sobre la primitiva torre del siglo VIII a.C., confiriéndole las primeras trazas de su aspecto cuadrangular, pesado y potente, para hacer frente al asalto de los ejércitos romanos. Estos reforzaron y reformaron la estructura levantada por los cartagineses con el conjunto de puertas que todavía hoy puede verse. Sobre el bastión erigieron un podio y un templo. A partir del siglo XII se realizaron diversas intervenciones. El arco de herradura situado en el lado occidental es de época Al-muwaḥḥád. En el año 1885 fue destruido el arco denominado de Felipe II que se situaba más occidental que Al-muwaḥḥád. El conjunto quedó despojado de las casas anexas en los años sesenta. En el año 1973 se realizaron las últimas restauraciones que permitieron habilitar el Salón de los Presos Bajo y Alto, el Patio de los Aljibes y la Torre del Oro, desde donde se pueden observar unas magníficas imágenes del caserío qarmūnense.

Se encuentra una segunda puerta a cincuenta codos de la otra. Sus funciones son distintas, siendo primordial la defensiva, con las Torres del Homenaje y del Oro, y la palatina, con la construcción en época cristiana de los aposentos conocidos como Salón de los Presos. A partir del s. XIV ésta puerta comenzó a recibir el nombre de Alcázar de Abajo, por servir de residencia de los alcaides. Se distinguen dos grupos de arcos y bóvedas separados por un patio, y el Bastión o Alcázar, donde se encuentran las Torres del Homenaje, del Oro y el Salón de los Presos.

La Masyid Al-ŷamá‘a ocuparía el solar donde ahora se levanta la iglesia de Santa María, donde se perpetúa, por tanto, el carácter de templo principal. Aún se conserva parte de la estructura islámica original en el Patio de los Naranjos, cuyos elementos tipológicos permiten fecharla hacia el siglo XI. Con columnas de mármol y pilastras de piedra. También hay un mercado semanal que tiene lugar los jueves. Hay baños públicos y un arsenal, en la madīnat como prevención ante ataques inesperados, como el que se produjo en el 844 en Išbylīya y que tuvo por protagonista a una flota de vikingo. Sobre su localización, la hipótesis más viable es la que se deriva de la existencia de dos calles denominadas; Atarazana y Atarazanilla.

Alcazar de Qarmūna

Se situaba en lo que hoy es el Alcázar Real o Alcázar de Arriba, conserva en su interior un palacio, cuyos caracteres tipológicos permiten datarlo hacia comienzos del siglo X. En un doble recinto de planta rectangular. En la llamada Torre Menor, se conserva en un interior la torre primitiva de sillares, dispuestos a soga y tizón, lo que ha permitido datar su origen como omeya. En el extremo noreste del recinto mas pequeño quedan los restos de un patio llamado Tercero o de la Fuente, con un edificio de ladrillo y un gran patio central, fechado en época de Pedro I, que al parecer fue decorado con azulejería y yeserías por los mismos artífices del Alcazar del rey Pedro I, en los Reales Alcázares de Sevilla

De un tercer Alcázar que poseía la cerca de Qarmūna, llamado también Alcázar de la Puerta de Córdoba, no queda más que la memoria de su emplazamiento. En el año 1391 se llamaba Alcázar de la Reina y fue mandado derribar en 1501, con motivo de la guerra de sucesión castellana entre las princesas Isabel y Juana.

martes, 23 de abril de 2013

Djabal Faruch/Gibralfaro

Se elevaba en lo alto de un peñasco que dominaba por completo la ciudad y el puerto. Su existencia original data de época romana. Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf I ibn Ismā´īl, aumentó su recinto, reconstruyó el castillo, él mismo lo diseñó al milímetro, estuvo a pie de obra siguiendo su construcción día a día hasta que lo vió terminado allá en lo alto.

Para edificar el Ḥişn/castillo de Djabal Faruch partió del convencimiento de que era necesario unir las dos fortalezas para que tuvieran una excelente comunicación en caso de defensa. Para ello, desde al-Qaşába hacia arriba edificó dos murallas zigzagueantes o rampantes llamada la qawraŷa/coracha, que separadas unos diez pasos harían el camino hacia el nuevo al-Qaşr evitando así que ningún enemigo les cortara la comunicación entre una y otra fortaleza.

Caminando hacia arriba por esa qawraŷa se llegaba a la puerta principal del nuevo al-Qaşr, que estaba sostenida por imponentes arcos árabes labrados con mil filigranas. Por esa puerta se daba acceso a un campo que posteriormente se llamaría “El Corral de los Cautivos”.

El recinto entero de Djabal Faruch estaba cerrado con una doble muralla, una más baja y otra más alta. Sus muros estaban salpicados de almenas y torres de defensa. En la misma cumbre de la montaña se elevaba la parte más importante de la fortaleza. Allí construyó baluartes y torre. Una dominaba el actual barrio de la victoria. Otra, la Torre del Homenaje, estaba sostenida por grandes arcos y defendía la fortaleza hacia el levante, aunque en realidad, por ser más alta que las demás, dominaba todas las entradas. La puerta de esta torre estaba adornada con filigranas de estilo garnāţino. Otra puerta de la fortaleza daba a la actual Caleta

Dentro de ésta Torre del Homenaje había pozos y aljibes, el profundo y distribuía el agua por aljibes de los que se abastecía el castillo y a veces la madīnat.

En el interior de la fortaleza construyó Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf I ibn Ismā´īl, mansiones para él mismo, para sus nobles y los jefes del ejército.

Al Sureste había una torre que servía de mezquita a los soldados y a los habitantes del castillo

La puerta de esta mezquita estaba adornada con preciosos mosaicos mālaqeños. El interior se dividía en tres naves separadas por arcos maravillosos.

En la nave principal lucía espléndida una cornisa de madera en la que mandó hacer inscripciones del Qur´an y otras alusisvas al mismo Abū l-Haŷŷāŷ Yūsuf I ibn Ismā´īl y a sus hazañas. En el fondo de la nave estaba el Mihrāb hecho de maderas bellamente labradas. El techo era de madera labrada y la pila de las abluciones de mármol verde de Ŷabal al-Ţalŷ/Sierra Nevada.

Al-Qaşába es la fortaleza más antigua y más cercana a la propia ciudad. Tenía tres murallas con sus torre y almenas. Este fabuloso castillo tenía ciento diez torre, de las que treinta y dos eran autenticos baluartes, puertas de una belleza enorme, aljibes, Ḥammām, an-Naurah, mezquitas, Palacios, jardines, etc..

En la parte occidental de las Dār sinā´a/atarazanas, metida en el mar, lucía esbelta, temible y bellísima la torre Gorda. Era una fortaleza, como un espolón metido en el mar. También tenía su mezquita y desde lo alto de ella el Mu ´addin/ llamaba a la oración. Por eso la llamaron Borch Hayta/Torre del Clamor.

Los muros de Mālaqah se retorcían por el actual Pasillo de Santa Isabel, en cuya esquina había una torre con una puerta por la que se salía a un precioso puente de piedra con cinco ojos sobre el Guadalmedina. Al otro lado del río y del puente había otro torreón con otra puerta que daba a al-rabaḍ.

Desde el torreón sobre el Guadalmedina seguían los muros hacia arriba por el actual Muro de Puerta Nueva, donde existía un baluarte y continuaba la muralla por la actual calle Carretería, donde había una torre redonda. Luego seguía hasta otra puerta llamada de Antequera.

Seguía la muralla por la actual acera derecha de Carretería hacia el Muro de San Julian y la puerta de Buenaventura.

Desde allí continuaba por la actual calle Alamos hasta la Plaza de la Merced y la Puerta de Granada. Esta puerta era una de las más importantes de la ciudad. Tenía tres arcos y a su alrededor había fortificaciones que unían las murallas a al-Qaşába. Desde la Puerta de Granada salía un muro hacia el Molinillo y la Goleta.

lunes, 22 de abril de 2013

Al-Qaşába/Alcazaba al-Mariyya Baŷŷāna المرية بيانة

En el año 955, ´Abd al-Raḥmān III al-Nāsir ibn ´Abd Allāh, primer ẖalīfah/Califa de al-Āndalus الأندلس, concedió la categoría de madīnat/ciudad al núcleo de al-Mariyya Baŷŷāna, mandando construir al-Qaşába/Alcazaba, la Mezquita al-Ŷamá‘a y fortificando el espacio urbano, entre la propia al-Qaşába y la orilla del mar. Al-Qaşába fue levantada sobre las ruinas de una fortaleza anterior en un cerro aislado, estrecho y alargado que domina la madīnat y la bahía, a tan solo 350 m. del mar, hizo de ella un excelente baluarte defensivo, pese a que su altura no supere los 95 m. Bajo su protección al-Mariyya Baŷŷāna se convirtió en la salida marítima más importante de al-Āndalus, siendo a la vez el cuartel general de la flota Umayyah/Omeya y de su almirante. En sus dār al-şinā´a/atarazanas se construían grandes navíos de guerra. Los textos musulmanes reconocen al-Mariyya Baŷŷāna como el mejor mercado de la Península. No sólo venían a su puerto los mercaderes musulmanes de Misr/Egipto y Siria sino también los politeistas cristianos de Francia e Italia. Mercaderes y viajeros abundaban en sus calles, y los impuestos que se recaudan sobrepasaban con creces los de cualquier otro puerto de mar. Al-Qaşába sufrió reformas en el s. XI (a partir de 1014, 1038 y 1040), en el s. XII (a partir de 1157), y en los s. XV y XVI.

Descripción

Al-Qaşába de al-Māriyyat Baŷŷāna, se extiende sobre el cerro a lo largo de 450 m. ocupando algo más de cuatro hectáreas, y sus 1430 metros de perímetro amurallado, de casi 3,5 m de grosor y más de 5 m. de altura. Las murallas de al-Māriyyat Baŷŷāna, se levantaron entre los s. X y XI. Debieron de tener al menos trece bāb/puertas, de Bāb Dār al-şinā´a/Puerta Atarazana, aún puede verse restos en el parque Nicolás Salmerón. Otras: Bāb del Puerto, Bāb de Jauja, Bāb al-Baŷŷāna/Pechina o Purchena, Bâb al-Asad/Puerta del León y la de la Mar, Bâb al-Marba/Puerta de la Carne al final de la actual calle Real. Todavía existe un largo lienzo de muralla que cerraba la hoya o barranco de separación entre el cerro de al-Qaşába y el de san Cristobal, bajando hacia la madīnat desde este último En el Conjunto Monumental actual se pueden observar tres recintos diferenciados: los dos primeros responden al diseño musulmán, siendo el tercero de origen cristiano. Acceso La puerta principal, abierta en una torre albarrana, en la cortina meridional del primer recinto, al sureste de la fortaleza, conduce a la Bāb al-Šarī´a/Puerta de la Justicia a través de una rampa en zigzag de reciente construcción, protegida por la torre de los Espejos.

Primer recinto: Actualmente aparece ocupado por ŷinān/jardines, sin embargo, su función original era bien distinta. Las recientes investigaciones han puesto de manifiesto que este primer recinto estuvo totalmente urbanizado, con numerosas casas, Ḥammām/baños, riḥāb/dependencias, etc. Un espacio residencial con los problemas de abastecimiento de agua solucionados a través de la an-Naurah/noria y del al-ŷubb/aljibe que aún hoy podemos contemplar. En el extremo más oriental se localiza el Baluarte del Saliente, del que partía hacia el mar la primitiva muralla que cerraba la madīnat en el s. X. Al norte de la explanada del Muro de la Vela, se puede contemplar el impresionante lienzo de muralla que, atravesando el Barranco de la Hoya, sube hasta el Cerro de San Cristóbal. Sobre el muro se levanta una espadaña con una campana, denominada Santa María la Mayor, que fue fundida en 1763 reinando Carlos III, rey de España. Esta campana en principio servía para avisar de las incursiones piratas, pasando posteriormente a marcar los turnos de riego de al-Faḥş/Vega. Esta fortificación corresponde a la ampliación de las defensas de la madīnat que ordenó realizar el rey Mulūk Attawā´if/Reynos de Taifas, Jayrān, entre los años 1014 y 1028.

Segundo Recinto: Formaba una pequeña madīnat palaciega dotada de las dependencias más necesarias: casas, mezquitas, Ḥammām, aljibes, etc. Aunque en gran parte destruido, constituye un recinto de enorme interés histórico, arqueológico, arquitectónico y urbanístico. Uno de los edificios mejor conservados es el de aljibes califales. A su lado, se encuentra una Zāwiya/Zubia mudaŷŷan/mudéjar mandada construir por los reyes Isabel I de Castilla y León y Fernando II de Aragón. En esta zona podemos visitar una vivienda āmdalusī, reconstruida a partir de sus zócalos. Por otra parte, existen los llamados Ḥammām de la tropa, divididos en tres estancias siguiendo el modelo de los baños romanos. En este recinto estuvo el Palacio de Almotacín. Hoy es posible pasear por lo que fue su gran patio de crucero, rematado con estancias al norte, perfectamente delimitadas por el actual muro de la ventana de la Odalisca. En la esquina sudeste de este gran patio se localiza el Ḥammām privado de la reina.

Tercer recinto: Tras la toma de la madīnat en 1489, los reyes Isabel I de Castilla y León y Fernando II de Aragón, mandaron construir un Ḥişn/castillo en la parte más occidental y elevada de al-Qaşába. Su ejecución provocó la desaparición de gran parte del área palaciega anterior. Sus fuertes muros de sillería, la forma circular de sus torre y la propia estructura del conjunto corresponden a las nuevas necesidades militares, que ya han incorporado el uso de la artillería. A este recinto, protegido por tres torre semicirculares y un foso, se accedía a través de un puente levadizo. El interior se organiza en torno al Patio de Armas. Todo el conjunto está dominado por la Būrŷ ´aẓiīm muţill ´alà l-balad/Torre del Homenaje, que presenta una portada gótica, con un arco conopial coronado por el escudo de los reyes Isabel I de Castilla y León y Fernando II de Aragón. En el centro del patio existe un aljibe rectangular y un silo acampanado que en ocasiones se utilizó como maţmūra/mazmorra. Los otros dos elementos principales son: la torre an-Naurah/Torre de la Noria del Viento y torre de la Pólvora, con excelentes miradores sobre el puerto. La Masyid al-Ŷamá‘a formaba un rectángulo de 70 x 45 m y era capaz de albergar cerca de 9.000 fieles. Ocupaba la mitad de su superficie la sala portificada, enlosada en mármol blanco. Tenía siete naves y seis arquerías de catorce columnas, en su mayoría de mármol de Macael, la importante cantera situada al norte de la ciudad, en la vertiente septentrional de la sierra de los Filabres. En su cabecera colgaban dos grandes lámparas de cristal coloreado traidas de la Mekkah/la Meca. Su Miḥrāb/Mihrab, de planta cuadrada y decoración de arcos ciegos de herradura, fue transformado por al-muwaḥḥád/almohades, que lo convirtieron en octogonal, cubriéndolo con una cúpula gayonada y labrando en sus paredes arcos lobulados.