martes, 21 de octubre de 2025

El antiguo Almacén de Maderas del Rey en Sevilla.

 

Sevilla llega al s. XVIII muy resentida aún por el azote de la peste de 1649 que hizo que la ciudad perdiera aproximadamente la mitad de la población. A esto unimos el problema que encontraban las principales embarcaciones de la Flota de Indias, cada vez de mayor tamaño, peso y calado, en las poco profundas aguas del Guadalquivir. Cadiz empieza a ganar la batalla en su lucha por convertirse en puerto principal de la empresa americana ya desde finales del XVII, cuando las principales naves salían del puerto atlántico. Las que lo hacían desde Sevilla, tenían que salir a media carga y completar esta ya en mar abierto, una vez salvada la llamada barra de Sanlúcar, algo que complicaba y encarecía cada vez más el transporte por el Guadalquivir.

En 1680 fue fijada en Cádiz la cabecera de las flotas de Indias y el 12 de mayo 1717, fue firmado el Real Decreto que traspasaba a Cádiz los Tribunales de la Casa de la Contratación y del Consulado Marítimo, quedando Sevilla en un segundo plano con el traslado de la actividad principal al mar, lo que supuso la entrada de la ciudad en un período de crisis económica del que no llegará a recuperarse del todo.

Felipe V y su estancia en la ciudad durante el Lustro Real, buscará entre otras cosas aliviar la crisis hispalense, tomando algunas medidas que ayudaran a reflotar la economía local, resentidísima tanto por la gran epidemia como por la pérdida del control del comercio con América.

Entre estas medidas, la ciudad verá como se traslada la antigua fábrica de tabacos, situada hasta ese momento en casas ubicadas en lo que hoy es la plaza de San Pedro a una nueva sede, la Real Fábrica de Tabacos, donde hoy encontramos la Universidad de Sevilla, en esa época aún extramuros de la ciudad. La antigua fábrica de artillería cobrará un gran impulso, convirtiéndose en la Real Fábrica de Artillería, donde se acometerán obras de reforma y ampliación tanto con Felipe V como con Carlos III.

La Fábrica de Maderas del Rey vino a completar ese impulso industrial con el que la Corona quiere subsanar en lo posible la dañada economía de Sevilla. Se situaría extramuros, a las afueras de la Puerta de Triana, junto al río, que es por donde llegaría la madera y justo antes del Puente de Barcas. Ahí los troncos de los pinares de la Sierra del Segura se recogían del agua con unas pértigas para, desde el almacén, distribuirlos a las Atarazanas, para la construcción y reparación de embarcaciones, y a las grandes obras que se acometían en las citadas reales fábricas de artillería y de tabacos.

La madera de la Sierra de Segura no solo abasteció a Sevilla. Entre 1733 y 1836, los Montes de Segura mantuvieron un régimen jurídico especial a raíz del establecimiento del Negociado de Maderas, dependiente del Ministerio de Hacienda: la Provincia Marítima de Segura. A partir de 1748, con la explotación y administración por parte de la Marina de un espacio, cuya superficie arbolada se extendía en el s. XVIII desde la parte oriental del aniguo reino de Jaén, hasta el reino de Murcia. La Sierra de Segura surtió de madera a obras de carácter civil y naval, se edificaron y se repararon conventos, iglesias y catedrales, como las de Córdoba y Jaén. Los arsenales de La Carraca (en Cádiz), Cartagena e incluso de forma puntual los de El Ferrol, se abastecieron de esta madera durante el s. XVIII. La madera descendía por el Segura hasta el Mediterráneo o por el Guadalquivir, llegando a Córdoba o Sevilla.


El edificio del antiguo Almacén de Maderas del Rey

Hoy nos encontramos con un edificio de tres plantas, la baja dedicada a locales comerciales y servicios y dos plantas de viviendas. El edificio original lo formaba solo la planta baja, coronada por unos cuerpos aislados rematados por tímpanos de doble curvatura similares a las espadañas, excepto en las esquinas, donde se remataba por cuatro pequeñas torres de vigilancia o garitas (algo que también vemos en otros edificios industriales construidos por la Corona como las Fábricas de Artillería y de Tabacos). Estas garitas de los ángulos están rematadas por cúpulas esféricas y tímpanos triangulares, de la cubierta sobresalen gárgolas en forma de cañón para el desague de las cubiertas.

El Almacén de Maderas del Rey estuvo en funcionamiento como tal hasta mediados del s. XIX. A la construcción del Puente de Isabel II y con ello la desaparición del Puente de Barcas, que hacía de final del camino a las maderas, se le unió la llegada del ferrocarril pocos años después, algo que trajo consigo un cambio en el transporte de la madera que a partir de ese momento llegaría en tren.

El edificio llegó a estar en estado de abandono pero al urbanizarse la zona, el edificio perdió solamente su cara este al adosarse un nuevo edificio a la vieja construcción, conservándose el resto, decidiéndose realizar un proyecto para cambiar su uso y mantenerlo en pie. Alberto Balbotín será quien realice la ampliación en 1958, dotando al edificio original de dos plantas superiores dedicadas a viviendas. El patio central se cubriría, albergando la estación de autobuses de la empresa Damas S.A. hasta la construcción de la estación de Plaza de Armas actual. En torno a dicho patio, se organizaba el acceso a la crujía de viviendas mediante una galería perimetral.

Dada la gran anchura del muro de la construcción original, las fachadas de la nueva parte construida se retranquean con respecto a la de la planta baja, haciendo resaltar los citados salientes de espadañas y garitas antes citados, algo que se resalta aún más por hacer las esquinas cóncavas en la parte nueva de la construcción. Esto sirvió también para que se aprecie la diferencia entre el edificio original del s. XVIII y el añadido posterior del s. XX. Aunque ahora vemos el edificio pintado de color blanco, estuvo pintado anteriormente a semejanza de la arquitectura industrial urbana del barroco sevillano, con los paramentos lisos en color blanco y los elementos salientes en albero.



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