El caballo andalú (oficialmente en el
mundo de la hipología, se entiende hoy en principio por caballo de Pura Raza
Española (P.R.E.), que como raza responde a unas
características muy definidas:
- Alzada o altura a la cruz entre 155 y 168 cm los machos; las hembras están entre 153 y 165 cm
- Cuello fuerte y arqueado, bien insertado en el tronco y cubierto de una crinera larga y colgante;
- Cabeza mediana y ligeramente convexa (cabeza de halcón);
- Ojos vivaces;
- Pecho amplio;
- Grupa redondeada y potente;
- Porte orgulloso y elegante, aires ejecutados con gracia y energía, muy hermosa acción de las manos que levanta y baja enérgicamente
- Actualmente se admiten todos los colores de capa menos el pío, aunque en el pasado sólo se admitían el negro, el tordo y el castaño. El color más común es el tordo.
A lo largo de la historia el
caballo andalu ha tenido un papel fundamental en la formación de razas equinas
europeas y americanas, como el caballo
hispano-árabe, el hispano-bretón, el frisón, el lipizzano, el kladuber, el criollo,
el paso fino, el peruano de paso, el mustang,
el Alterl Real y el lusitano.
Antecedentes históricos
Desde épocas muy remotas
existió población caballar en estado salvaje en la Península Ibérica,
se formó al parecer con animales de dos procedencias, por el Norte a través de
los valles y las abras de los Pirineos, llegó un caballo de tipo céltico,
procedente de las llanuras de Europa Centro Occidental, por el Sur antes de que
se produjese la fractura que generó el Estrecho de Gibraltar, separando a los
dos continentes, se cree penetraron del norte de África antepasados del caballo
Berberisco.
Pinturas rupestres existentes
en algunas cuevas, ejecutadas por el hombre del Neolítico, entre otros animales
representan caballos y algunos de ellos, llevados de diestro por figuras
humanas, lo cual podría indicar que ya en la Península se le estaba
domesticando.
Otros
pueblos del Mediterráneo, sucesivamente Fenicios, Griegos, Cartagineses y
Romanos, fueron estableciendo colonias en la Península y posiblemente
llevaron a ellas caballos domésticos, se conoce el hecho de que el general cartaginés
Asdrúbal, fundador de Cartago Nova, Cartago Spartaris luego Cartagena, trajo
por el mar hasta dos mil yeguas númidas del norte de Africa.
Transcurrido
el tiempo y ya para el siglo V de nuestra era, invaden la Península Ibérica
pueblos bárbaros de Europa del norte y del este. Los visigodos o godos del
oeste (Alanos, Suevos y Vándalos) quienes se establecieron entre otros sitios
en lo que es hoy Andalucía (Vandalucía), trajeron con ellos un caballo de tipo
germánico, fuerte y robusto. Estas oleadas sucesivas iban mezclándose con la
población caballar nativa y evolucionando hacia un nuevo tipo de buenas
características moforlógicas y buenas aptitudes para la guerra y la caza.
Ya a comienzos del siglo VIII
se produce la invasión de la
Península por pueblos musulmanes del norte de África que
trajeron, después que se establecieron firmemente en las nuevas tierras
numerosa caballada, berberisca desde Nubia del norte de África y no Árabe
como muchos han pensado.
Es
de observar que tanto los califas como los emires y reyes, fundaron sus
respectivas yeguadas, y así fue resultando de la mezcla de los caballos
berberiscos con los de la
Península Ibérica un nuevo tipo mejorado de mucho brió y
fogosidad.
En los días
del Califato de Córdova, había tantos caballos que Abd Ar-Rahman ibn
Mu'awiya ibn Hisham ibn Abd al-Malik (conocido como Abderramán I
(Damasco, marzo de 731 – Córdova 788), el año 780, otorgaba seguro y paz a los
mozárabes granadinos mediante un pacto, que les obligaba a pagar anualmente 10.000 onzas de oro, 10.000 libras de
plata, 10.000 cabezas de los mejores caballos.
Su famoso
primer ministro, abogado y posteriormente gran militar Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir
al-Maʿafirí, llamado Al-Manṣūr, el Victorioso por Alá, más conocido
como Almanzor (Algeciras c. 938 - Medinaceli, 11 agosto de 1002), mostró
mucha dedicación para la cría caballar sistematizada y selectiva. Fundó una
importante yeguada en Córdova, en la
Dehesa de Alamiriya (aún hoy en día queda una pòrción de
dehesa que se llama de la misma manera, próxima a Córdova la Vieja..
Se tiene noticia de la yeguada
del califa Alhaquén II; Córdova, 13 enero de 915 – Córdova 16 octubre de
976 gracias a la crónica en la que Ziyad ibn Aflah, caballerizo del califa y zalmedina
de Medina Azahara, ensalza la calidad de los potros que anualmente se
concentraban en la almunia Amiriya, procedentes del destete de las más de 3000
yeguas que tenía el califa en las marismas, junto a 500 sementales, en un claro paralelo con la posterior “Saca de
las Yeguas”
Dada la calidad de los
caballos del sur de la península Ibérica, desde el siglo XIII hasta el XIX los
reyes establecieron la prohibición de cruzar las yeguas con asnos, en
Andalucía, Extremadura y Murcia, estableciendo una "raya real" al sur
de la cual estaba prohibido el mestizaje de los équidos, para preservar su
pureza.
En 1.476, la orden de los
Cartujos adquirió por donación una área de terreno como de cinco mil hectáreas,
en la zona de Jerez y allí se dedicaron con devoción y esmero a la cría y
mejoramiento del caballo Andaluz, es interesante señalar una referencia en
cuanto al origen de los Caballos Cartujanos. Se ha dicho que en el siglo XVIII,
dos hermanos herradores, Andrés y Diego Zamora, adquirieron de un soldado un
caballo que aparearon con una yegua de su propiedad, la cual en partos
sucesivos produjo una potranca y un potro, este último fue bautizado por esa
época con el nombre de “Esclavo” y resultó un extraordinario reproductor que
originó yeguas y potros de magníficas características, esta yeguada pasó a
propiedad de un señor Pedro Picado, quien la transfirió a los monjes de la Cartuja para cancelar
compromisos económicos que tenía contraídos con ellos. Estos caballos que al
comienzo fueron llamados Zamoranos o también caballos del Soldado, fueron al
parecer el origen de la “Casta Cartujana”.
El Reino de Córdoba fue
especialmente célebre por sus caballos. En él hubo dos linajes dedicados a la
cría caballar. Los Mexía, señores y luego condes de Santa Eufemia, fueron
famosos ganaderos desde el reinado de los Reyes Católicos, destacando en la
cría de caballos tordos. Don Rodrigo Mexía el Viejo proveyó de caballos al rey Carlos
I entre 1520 y 1530 y enseñó por mandato real a los gobernadores de Castilla su
sistema de cría aprendido de su padre Don Gonzalo.
Por otro lado fueron
renombrados los caballos "guzmanes"
o "valenzuelas",
Un escrito de 1883 de José
Pérez de Guzmán, quien glosando las bondades de la ganadería cordobesa,
dedicaba su texto a la historia y reconocimiento de una "raza" de
caballos, que en principio se denominaron "caballos guzmanes" y con
posterioridad se les conoció como "caballos valenzuelas".
El hierro de estos caballos era en forma de
corazón y por lo que refiere el autor, imputable al cronista en el que él se
fundamenta (así como lo que dice Bolaños en su tratado de "monta a la Gineta", siglo XVII),
se trataban de unos caballos de gran belleza, "airosos, fuertes y
sufridos" que en el "correr, parar y andar a los costados no tenían
semejantes".
La ganadería se conocía
en principio --durante buena parte del siglo XVI-- como "caballos
guzmanes", debido a que D. Luis Manrique, gentil hombre y
encomienda de Córdoba de la
Orden de Calatrava (concedido por servicios prestados a Carlos
V en la paz y en la guerra). Un día Don
Luis de Manrique, vio pasar frente a su casa un caballo beréber muy flaco y
deteriorado, "rucio azul con el cabello y cola
blancos y muy crespa" lo montaba un jinete de apellido Guzmán; Don
Luis conocedor como el que más, adivinó en aquel animal muy buenas cualidades a
pesar del estado lamentable que presentaba y se lo compró a Guzmán a cambio de
treinta escudos y la capa con que en ese momento se cubría, Don Luis fue
informado por el vendedor, que la corte de Marruecos lo
dejó en Córdoba a su paso para agasajar al rey Carlos por sufrir éste un
"torozón" ( un dolor cólico) y sustituirlo por otro. Este caballo que
resultó ser muy longevo y un gran padreador, cubrió las yeguas de D. Luis
las cuales había comprado a D. Diego Aguayo --Señor de la Torre de Villaverde--, a D. Rodrigo
Mexías -Señor de Madroñil y luego Marqués de la Guardía y Señor de
Torrefranca--, así como otras de D. Pedro de la Cueva provenientes de Guadix
y Baza.
Muerto D. Luis Manrique a edad avanzada, quien mantuvo el
celibato por pertenecer a la
Orden de Calatrava, el rey como gran maestre hizo pasar esta
yeguada en toda su pureza y a través de varios dueños llegó a ser
propiedad de D. Martín Fernández de
Córdoba Ponce de León (nieto del Conde de Cabra), quien incorporó a la
piara otras 20 yeguas y un potro que él compró. D. Martín, a su vez, obsequió
la ganadería a D. Gonzalo, Duque de Sesa y nieto del Gran Capitán.
Cuando los servicios a
la corona requirieron a D. Gonzalo volver de nuevo a Italia, éste dejó la
ganadería a D. Juan Valenzuela, su caballerizo mayor y señor muy
principal, este también la
conservó totalmente pura, dando origen a una casta muy famosa conocida desde entonces "caballos valenzuelas"-- la
consevó toda su vida. Tanto D. Juan como su hijo D. Gerónimo
Valenzuela, vendieron a muy buen precio tanto potros como yeguas, hecho
este que no había ocurrido con anterioridad, pues sus dueños pudientes y con
gran estima a estos caballos sólo hicieron donaciones a señores muy
principales.
Entre los compradores, uno de los que más yeguas adquirió
fue D. Luis Gómez de Figueroa del encinar de Villaseca, quien al parecer
fue de los que más tiempo mantuvo "la casta apurada". Luego, las
irreparables pérdidas de la guerra con la vecina Francia (guerra de la
independencia), los posteriores siete años de intestinas luchas y dos crueles
años de sequía, causaron un daño irreparable a esta ganadería cordobesa.
La bondad de estos caballos se fundamenta en la fama y
reconocimiento adquiridos por sus ejemplares entre los ganaderos coetáneos.
Así, fueron admirados, entre otros, un caballo que tuvo el Duque de Osuna, otro
del Conde de Medellín, el caballo "Lanzarote", un caballo bayo del
Duque de Arcos y otro que perteneció al Duque de Medinaceli, éste ya en el
siglo XVII. Además, cuenta el cronista que a D. Juan Valenzuela le reportaba la
venta de la camada de potros cada año 2000 ducados, y que vendía en el vientre
de la madre por 100 ducados muchos de sus potros, aunque la condición del trato
era que si nacía hembra se quedaba en la casa.
Lo expuesto
también podría ser aducido como una de las razones que inspiró a Felipe II
a ubicar sus caballerizas en Córdoba, y a buen seguro que algunos de estos
caballos fueron utilizados como sementales para conformar nuestro caballo
andaluz. Igualmente, sirve a Cervantes para declarar a Córdoba, en el
Quijote, "madre de los mejores caballos del mundo".
En 1567, Felipe II, encarga a Diego
Lopez de Haro y Sotomayor, I marqués de El Carpio, la creación de las Caballerizas
Reales de Córdoba (para la empresa se dedicaron, entre otros, fondos económicos
provenientes de la explotación de salinas andaluzas), donde agrupó los mejores
sementales y yeguas de las tierras que bordean el Guadalquivir, siendo esta
yeguada real el origen de la raza del caballo andaluz.
En 1571, funda la primera
Yeguada real de Castilla en terrenos de Córdova Vieja.
En 1576 las
Caballerizas Reales de Córdova, contaban con 50 empleados y 110 plazas y en la
década de 1580, 600 yeguas pacían en las dehesas de Córdoba, 400 en las de
Jerez y 200 en las de Jaén.
En
1.579 ordenó el establecimiento del Registro Oficial de Caballos
A la muerte de Diego
Lopez de Haro y Sotomayor, I marqués de El Carpio, el cargo de
"Caballerizo Mayor de las Reales Caballerizas de Córdoba" pasó a su
hijo, permaneciendo como cargo hereditario en el mayorazgo de la Casa del Carpio desde 1625,
por concesión real a su nieto.
En 1605, Miguel de Cervantes,
en el capítulo XXIV del Quijote da por hecho que Córdoba es la madre de los
mejores caballos del mundo. Asimismo, en el capítulo XV de dicha novela, hace
alusión a la gallardía de las yeguas cordobesas.
En todo el Siglo de Oro no hubo duda de
la excelencia de los caballos andaluces. Lope de Bega, en su comedia Los
comendadores de Córdoba recoge no sólo la fama de los caballos cordobeses
sino también la de sus jinetes. Del mismo modo la citada obra de Lope de 1610 y la Fábula de Polifemo y Galatea de Góngora de
1612 de, dedicada al conde de Niebla, son un testimonio excepcional de la
denominación histórica "caballo andaluz".
Por estas fechas los caballos
andaluces eran muy apreciados dentro y fuera de España, teniendo propietarios
como Don Juan de Austria, los reyes de Francia, el Duque de Baviera, el
emperador Maximiliano II y su hermano el archiduque Carlos. Estos dos últimos
crearon el caballo lipizzano, a partir de caballos andaluces ligeros y la Escuela de Española de
Equitación en Viena, siguiendo la doma española tradicional.
Comenzó
el 28 de agosto de ese año a raíz de la carta de Felipe II a su caballerizo en Córdoba:
"Don
Diego de Haro a cuyo cargo esta la raza, y caballeriza que tenemos en la ciudad
de Córdoba, sabed que yo he tenido por bien que de los caballos que hay en esa
caballeriza, se den al emperador mi sobrino doce caballos, al archiduque
Ernesto, su hermano, seis, al archiduque Fernando, cuatro y a Maximiliano y
Matías, cada otros cuatro, al duque de Saboya diez, al duque de Mantua dos, y a
don José de Acuña uno, que todos son cuarenta y tres caballos, y han de ser muy
buenos, y de edad de cuatro hasta seis años. Os mando que habiendo elegido los
que he mandado enviar a Madrid para mi servicio, y del príncipe, mi muy claro y
amado hijo, escojáis los susodichos entre los demás y los enviéis, con persona
de recaudo a Cartagena, donde he mandado que se flete un navío en que se
embarquen y lleven a Génova. Y las personas que los llevaren de ahí, los
entregarán a Decio Rucio, si estuviere allí (en Cartagena), que por la
experiencia que tiene de ello, por haber traído algunas veces caballos de
Nápoles, he acordado que los lleve él por mar. Y de cómo habrán salido de ahí
me aviséis luego. De San Lorenzo a veinte y ocho de agosto de mil quinientos y
noventa y tres años. Yo el Rey, y refrendada de Juan de Ibarra, sin señal".
A
partir de este momento, Austria, se convirtió en uno de los países de partida
para el resto de las naciones limítrofes de los caballos españoles. Caballos
que fueron utilizados para obtener, a través de sus cruces, nuevas razas como:
la lipizzana, o la menos conocida raza de Kladrub, de Bohemia, estos caballos,
sin duda, siguen hoy mostrando en su morfología y movimientos, los genes de
nuestra raza.
En esta época surgieron las
maestranzas de caballería, corporaciones nobiliarias cuyo principal fin era el
ejercicio de la monta a la brida y a la jineta, que en algunos casos
construyeron y sostuvieron sus propias plazas de toros. Las maestranzas
surgieron en Andalucía con la creación de la de Ronda en 1573, la de Sevilla en
1670, de Granada en 1689, la de Carmona en 1728, la de Antequera, del mismo
año, la de Jerezde la
Frontera en 1739 y se intentaron constituir otras en Jaén y
Utrera, en 1731 y 1732 respectivamente, pero fueron denegadas por la Junta de Caballería. Las maestranzas también se
extendieron fuera del territorio andaluz, con la fundación de la de Valencia en
1697, la de Palma de Mallorca en 1758 y la de Zaragoza en 1819. El artículo
primero de los estatutos de la
Maestranza de Granada, redactados en 1764, es otro ejemplo de
la denominación histórica de esta raza como "caballo andaluz":
[...]
y para que los caballos andaluces que han hecho la milicia española superior a
la de todas las naciones, no descaezcan de la excelencia en que se constituyen
por la hidalguía de sus razas, y primor de su doctrina [...].
Su hijo Felipe III de
Austria (o Habsburgo) (Madrid, 14 de abril de 1578- Madrid 31 de marzo de
1621), dio lugar a un retroceso pues puso esta yeguada de Córdova bajo la
dirección del napolitano Juan Gerónimo DeTiutti, quien hizo cubrir las yeguas
españolas por sementales Normandos, Daneses y Napolitanos, de ascendencia
germánica, temperamento linfático, con cabeza grande y acarnerada, corpulentos
y pesados, el resultado fue restarle finura y pureza a la raza.
En 1.659, bajo Felipe IV, la Real Junta de
Caballería toma la dirección y fomento de la cría de caballos, y con Carlos II
se estableció el Registro General de Caballos.
En 1751 se produjo un grave
incendio en las Caballerizas Reales de Córdoba, por lo que Fernando VI ordenó
reconstruirlas, finalizándose la obra en tiempos de Carlos III, quien colocó
sus armas en la fachada. Ese mismo año José I
rey de Portugal quiso crear una yeguada nacional en su reino, para lo
cual adquirió 33 yeguas y 2 sementales andaluces. En 1753 la cabaña tenía ya
268 individuos, principalmente de capa castaña, origen de la raza llamada Alter
Real.
El año de 1.808, las tropas
napoleónicas entran en España y se produce la llamada guerra de Independencia, las
yeguas de las Caballerizas Reales de Córdoba, fueron trasladadas a las Islas
Baleares para preservarlas del expolio napoleónico, ya que al retirarse los
ejércitos de Bonaparte, se llevaron gran número de caballos que pudieron
requisar y entre ellos muchos padrillos de muy buena calidad.
Al parecer no se perdió éste
totalmente, debido en parte a que una familia de apellido Zapata, más
concretamente Don Juan Zapata, agricultor y ganadero, en Arcos de la Frontera logró salvar su
yeguada ocultándola del pillaje de la guerra.
Posteriormente
y también en el siglo XIX Don Juan José Zapata, nieto del anterior, adquirió
sementales de los que en el monasterio de “Santa María de la Defección de la Frontera”, seleccionaban y cuidaban los padres Cartujos.
Los actuales caballos de Terry
distinguidos con el hierro del bocado son descendientes de los caballos de los
Zapata, y de los caballos Cartujanos.
Terminada la Guerra, en 1814 no regresaron a Córdoba sino que
pasaron a la Yeguada
de Aranjuez, quedando las caballerizas cordobesas como depósito de sementales.
Además de esto Córdoba perdió importancia porque el rey Fernando VII apoyó la Yeguada de las Lomas de
übeda en 1820, suspendió la prohibición
de cubrir yeguas con garañón al sur de la "raya real", lo que
favoreció el uso de la mula en el enganche de coches y diligencias, que en el
sur de la península Ibérica anteriormente sólo se utilizaba en labores del
campo. Además su hermano el Infante Carlos, presidente de la Junta Suprema de
Caballería y partidario de cruzar yeguas andaluzas con otras razas europeas,
como el caballo normando, el trakelner, el holstein y el hanoveriano, creó las
yeguadas de Cazorla y de Sevilla en 1828 y 1830 respectivamente, lo que causó
un grave deterioro genético a la cabaña.
Como contrapartida a mediados
de siglo se crearon las Escuelas de Veterinaria de Zaragoza, León y Córdoba,
esta última en 1847, dependiente de la Universidad de Sevilla y dedicada especialmente
al cuidado y mejora del caballo.
Asimismo en 1864, por
iniciativa del lojeño Narváez, el Ramo de Guerra se encargó de la cría y del
fomento caballar nacional. Además, muchos ganaderos andaluces no habían
practicado esos cruces, por lo que fue posible recuperar la pureza original de
la raza, cuando en 1893 el Ministerio de Guerra decidió organizar la cría
caballar en España, ubicando la yeguada nacional, luego militar, en la Hacienda de Moratalla, en
Hornachuelos y Posadas. Para la recuperación del caballo andaluz se utilizaron
18 yeguas procedentes de Córdoba, Montilla y Jerez de la Frontera.
En el último
tercio del siglo XIX funcionaban los depósitos de sementales de Córdoba, Úbeda,
Jerez y Valladolid y en los primeros años del siglo XX se fundaron otros en Alcalá
de Henares, Hospitalet de Llobregat, Garrapinillos, Bétera, León y Santander.
Que por Real Orden del trece de enero de 1.912,
se creó la Matrícula
y Registro de Caballos y Yeguas de raza árabe, pura raza ingles y anglo-árabe,
decidiendo inscribir a los tradicionalmente llamados Caballos Andaluces como “Pura Raza Española”, más tarde abreviado como
PRE, dependiente de la
Dirección de Remonta y Cría Caballar del Ejercito. Más
reciente en Jerez de la
Frontera se fundó la Asociación de Propietarios y Criadores del
Caballo Español, con más del 80% de ganaderos afiliados.
En los años 1920 la yeguada
nacional de Moratalla se amplío en Medina-Sidonia y luego en Jerez. Durante la Segunda República
la competencia en la cría y el fomento caballar se trasladó al Ministerio de
Fomento y posteriormente al Ministerio de Agricultura.
Durante el Franquismo la
yeguada nacional pasó a llamarse yeguada militar. En 1956 se sacó de la
Hacienda de Moratalla y se trasladó a Ëcija, a la fincas de la Turquilla y de la Isla; a Jerez, al Cortijo de
Vicos y a la finca de Garrapilos; a Ibio, y a Lore-Toki (en San Sebastian). Además se
abrieron nuevos depósitos de sementales en Manacor y Hoya Fría (en Tenerife). En este
periodo, en que se impuso definitivamente la locomoción en las labores del
campo y en la tracción de vehículos, la raza de caballos andaluces se conservó
gracias a algunos ganaderos, andaluces y extremeños fundamentalmente, como son Terry,
Bahones, Guerrero, Pallarés, Romero Benítez, Escalera, Miura y Blasco Balbuena,
entre otros. Asimismo fue muy importante la labor de la Federación Hípica
Española, del laboratorio de locomoción de la Facultad de Veterinaria
de la Universidad de Córdoba y de Álvaro Domecq, así
como la promoción de la raza que hizo la Feria del ganado de Jerez, que pasó a denominarse Feria del Caballo.
A partir de 1966 España impidió a Portugal
inscribir en su libro a sus caballos, por lo que el país luso eligió dar a sus
caballos andaluces una nueva denominación: caballo lusitano, en recuerdo de la
antigua Lusitania. Portugal abrió su propio registro, que permaneció abierto
hasta 1980 y que volvió a abrir entre 1996 y 1999, para refrescar la sangre
nuevamente con caballos andaluces.
En 1972 se constituyó con sede
en Sevilla la
Asociación Nacional de Criadores de Caballos Españoles
(ANCCE) En 1973 el Ayuntamiento de Jerez creó el premio Caballo de Oro, que
concedió a Álvaro Domeq y en cuyo acto de entrega se estrenó el espectáculo
"Cómo bailan los caballos andaluces", ideado por el propio Domecq.
Este espectáculo fue el origen de la Fundación Real Escuela Andaluza de Arte Ecuestre.
Entre 1989 y 1992 se produjo
en España un brote de peste equina que afectó a la cabaña de caballos
andaluces. En 1990 el Ministerio de Hacienda trasladó la yeguada del Bocado, de
Terry, a la dehesa de la Fuente
del Suero, ambas patrimonio expropiado a RUMASA, donde permanece. Desde 1991 la ANCCE organiza en Sevilla la
última semana de noviembre el Salón Internacional de Caballo (SICAB), con un
importante concurso morfológico.
En 1995 las caballerizas de Córdoba perdieron su
uso como depósito de sementales, permaneciendo vacías desde entonces. En 1996
se inauguró el Museo del Caballo y algo después el Museo de Carruajes de
Sevilla. Ese mismo año se creó Córdoba Ecuestre, que organiza el concurso
CABALCOR y en 2002 se celebraron los Juegos Ecuestres mundiales en Jerez.
En los últimos tiempos varios caballos andaluces
han participado en los Juegos Olímpicos en la modalidad de doma, obteniendo
diploma olímpico, bronce individual y plata por equipos en Atlanta 1996, Sidney
2000 y Atenas 2004.