La
Batalla de al-Šarqiyya/Axarquía
Şafar/marzo
884/21 marzo 1.483
El
ejército de Rodrigo Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de
Cádiz estaba contento con la toma de al-Ḥamma.
El botín conseguido fue tremendo. Muchos soldados se habían hecho
ricos allí. Volvieron a sus casas con oro, joyas, sedas y con la
moral por las nubes. Los Grandes andaluces, conocidas las
disensiones de los āndalusīes y confiados en ver a Abū-l-Ḥassān
´Alī
empeñado en diversas y lejanas expediciones, reunieron
crecida hueste, porque casi todos los caballeros de Išbylīya,
Istīyya, Šariš y Qarmūna
se alistaron voluntariamente en sus escuadrones. Rodrigo Ponçe de
León y Cabrera segundo Marqués de Cádiz y otros muchos
principales qūrţubeses
se pusieron a las órdenes del Gran Maestre de la Orden de Santiago,
Alfonso de Aguilar, contó en sus filas a Juan de Vera, el
adelantado de Andalucía, el Asistente de Sevilla, Juan de Silva,
conde de Cifuentes y Juan de Robles, corregidor y alqaide de Jerez,
alrededor de los cuales se agrupó la élite de la nobleza
castellana,
decidieron lanzar una expedición en la región situada al norte del
litoral āndalusī entre Mālaqah
y Balliš, al-Šarqiyya,
siguiendo el consejo de un converso de Usūna,
llamado Luis Amar que les ofreció mostrar una ruta relativamente
segura por donde podía alcanzarse el objetivo. Había muchos
precipicios, bosques que nadie conocía excepto los pastores y
leñadores, riscos que servían de abrigo a bandoleros y de los que
poco o nada iban a sacar. A los castellanos
les tentaba la codicia, tras la toma de al-Ḥamma,
muchos soldados se habían hecho ricos allí, por lo que deciden
atacar al-Šarqiyya
para acumular más botín y de paso acercarse a Mālaqah.
Tres mil
jinetes y mil soldados de a pié, escaso número de peones, porque, a
pesar de haber prometido el maestre Alfonso de Cárdenas, de gran
prestigio entre los Grandes, aprontar 4.000 ecijanos, al cabo no
cumplió enteramente su promesa. Salieron de
Antiqayra,
9 de Şafar/19
de marzo. Los primeros iban los grandes hombres del maestre de
Santiago Alonso de Cárdenas, Rodrigo Ponçe de León y Cabrera
segundo Marqués de Cádiz, Alonso de Aguilar, Juan de Vera el
adelantado de Andalucía, el asistente de Sevilla, Juan de Silva,
conde de Cifuentes, Juan de Robles, corregidor y Alcalde de Šariš,
todos muy peripuestos, con sus uniformes y su armamento reluciente y
nuevo. Luego los capitanes, los soldados, detrás las mulas cargadas
de provisiones para sólo unos cuantos días, ya que estaban seguros
de encontrar en al-Šarqiyya
abundancia de todo, ya que es famoso éste territorio porque en él
se cultiva como en ningún otro de Europa la industria de la seda.
Luego todos los demás. Y por fín, los últimos, un puñado de
personajes llamados matatías, judíos en su
mayoría, vestidos de manera informal, con aspecto de usureros y con
las alforjas bien llenas de dineros para comprar a los soldados a
precio de saldo lo que consiguieran robar de las casas y Palacios
āndalusīes, que sabían abundantes y ya los
veían en sus bolsillos.
Advertidos
de antemano, antes de que entrasen en al-Šarqiyya,
sus habitantes habían abandonadio las aldeas y refugiándose en lo
alto de la sierra o en las torres
tāli´as
con sus mejores bienes, con lo que los asaltantes avanzaron hacia el
interior quemando casas vacías y robando lo poco que habían dejado.
Los
išbylīyanos de la capitanía
de Juan de Silva, conde de Cifuentes intentaron recuperar a escala
vista el castillo y villa de Zahara;
pero, no consiguiéndolo, quisieron a toda costa agregarse a las
fuerzas que se encaminaban a al-Šarqiyya.
Unánimes todos en el plan, disentían, sin embargo, en los medios de
ejecutarle. Rodrigo Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de
Cádiz proponía atacar repentinamente a la escasa guarnición de
al-Qaşr de Mālaqah,
que por su proximidad al mar ofrecía facilidades para combatirle y
para conservarse, puesto que diariamente podrían traerse víveres y
refuerzos. Opinión muy diferente sustentaba el Maestre Alfonso de
Cárdenas.
A
fin de poner término a las discusiones, se dejó parte de la
impedimenta con la artillería y máquinas de guerra dispuestas para
el ataque proyectado, y la caballería ligera, con parte del recuaje
necesario para el transporte de provisiones, atravesó los
desfiladeros y atacó las aldeas.
No
faltaron entre los Grandes algunos que emplearon todo el día
en acercarse a Mālaqah lo suficiente para contemplar desde lejos la madīnat, nunca vista por ellos. Cuando, saciada el ansia de botín, vieron desvanecidas las esperanzas fundadas en su seguridad, se acordaron, ya tarde, de las órdenes de regresar a la hueste.
en acercarse a Mālaqah lo suficiente para contemplar desde lejos la madīnat, nunca vista por ellos. Cuando, saciada el ansia de botín, vieron desvanecidas las esperanzas fundadas en su seguridad, se acordaron, ya tarde, de las órdenes de regresar a la hueste.
El
jueves veinte de Rabī/marzo,
los castellanos
se adentraron en los montes sin
encontrar resistencia; asolaron al-Qarya
y aldeas, quemaron casas y frutales, robaron y mataron a todos los
que se encontraban. Al pasar por Moclinejo, comenzaron a recibir de
todo. Se les vino encima lo que no esperaban. Los āndalusīes,
resguardados en el castillo y en las cumbres, lanzaban piedras,
venablos, saetas que hacían un daño terrible a los castellanos
de abajo. Los castellanos
se habían metido en barrancos y
ramblas de las que no podían salir. La sierra era intransitable y la
noche oscura. Muchos, en vez de huir en busca de terrenos abiertos,
se metían aún más en la boca del lobo.
Abū
´Abd
Allāh
Mwḥāmmad
ibn Sa´d
al-Zagal
con una división se fue por la costa hacía Bališ
para evitar que los castellanos
huyeran por ahí o recibieran
ayudas desde el mar. El wazīr
Abū
l-Qāsim ibn Ridwāḍn
Bannigáš con sus ballesteros y con multitud de
paisanos, se apostó por Moclinejo y Cútar.
Resuelto
el regreso por las montañas, los castellanos
se internaron por sendas estrechas
y pedregosas, donde los āndalusīes comenzaron
a picarles la retaguardia, sin que pudieran defenderse por lo
escabroso del terreno y, más aún, por el estorbo de la impedimenta
A
poco llegaron a una hoya, sepultura de no pocos, porque, no siendo
casi practicable para los jinetes, se empeñaron en pasarla
atropelladamente y a porfía multitud de hombres de armas abrumados
con el peso de sus armaduras. En el apresuramiento fueron muchos los
que se despeñaron, aumentando el desastre la masa de sus cadáveres.
En nada se reparaba con tal de llegar en precipitada fuga a lugar más
seguro antes de la noche, que se echaba encima. Al cabo, y ya
anochecido, hicieron alto en la falda de los escarpados cerros, en
espera de la luz del día.
Viendo
los āndalusīes coyuntura para cortarles la retirada, les arrojaron
en las primeras horas de la noche una lluvia de venablos, y con un
contínuo vocerío provocaron a los fugitivos, ya sin aliento, y
amedrentaron a los tímidos. Ni había posibilidad de descanso para
aquéllos, ni a éstos se ofrecía esperanza de escapar de la muerte.
Eran tantos los heridos, que no había medio de resistir a un enemigo
ventajosamente emboscado tras los setos y con entera libertad para
hostilizar.
Los
castellanos
debieron meterse por los barrancos
de Mondrón, al-Farnāt,
Alfarnatejo, Periana, Cútar pensando que tenían fácil por ahí la
retirada. No contaban con el terreno y el arrojo de los āndalusīes
que conocían palmo a palmo los tajos y los barrancos.
Alcanzaron
la costa desde el interior a la altura de Bizilyāna.
Luego de llegar a la costa mediterránea, tomaron la dirección de
Mālaqah
que vieron de lejos por primera vez. Cuando los castellanos
estuvieron metidos de lleno en la serranía, dentro de ese terreno
rocoso, roto y perturbado de los Montes de Mālaqah
tuvo lugar entonces el contraataque āndalusī
en la noche del jueves al viernes 11 de Şafar
884/21 de marzo de 1483.
Rodrigo
Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de Cádiz, Alonso de
Aguilar, etc. en las Lomas de Cútar cayeron en la emboscada de Abū
´Abd
Allāh
Mwḥāmmad
ibn Sa´d
al-Zagal
Rodrigo
Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de Cádiz se vió
perdido, buscó entre las tinieblas una senda para escapar.
Tránsfugas garnāţinos, con el converso Luis Amar muy adictos a su
persona y grandes conocedores de los caminos, le aconsejaron la fuga,
dándole seguridades de burlar al enemigo si a media noche les seguía
por sendas de ellos solos sabidas; ésto, en caso que prefiriese
escaparsóloa morir con otros muchos, porque al día siguiente, a la
suerte y no al esfuerzo habría que
atribuir si alguno se libraba de cruelísima muerte, remota probabilidad
hasta para jóvenes desarmados y expeditos que caminasen de uno en uno.
atribuir si alguno se libraba de cruelísima muerte, remota probabilidad
hasta para jóvenes desarmados y expeditos que caminasen de uno en uno.
Si
Rodrigo Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de Cádiz,
decían, acérrimo enemigo de los āndalusīes ; muertos ya dos
caballos en aquel día, sin alientos y afectado por el desastre,
llegaba a caer en sus manos, gravísimo daño amenazaba a los pueblos
castellanos
confinantes, principalmente por carecer Rodrigo Ponçe de León y
Cabrera segundo Marqués de Cádiz de hijos varones para sucederle
en sus estados. Murieron, Diego, Lope y Beltrán, hermanos de Rodrigo
Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de Cádiz y Lorenzo y
Manuel, sus sobrinos, y con ellos otros muchos parientes y criados
suyos, y prendieron a Juan de Silva, conde de Cifuentes y a Pedro de
Silva su hermano, unos estaban mortalmente heridos; otros,
encerrados aquella noche entre los riscos y estrechuras, sólo
atendían a su salvación, completamente cercados de enemigos que con
grandes alaridos vociferaban que cuantos habían entrado en aquel
sitio estaban irremisiblemente condenados a la muerte o al
cautiverio.
Cuando
al siguiente día, 12 de Şafar/22
de marzo, se notó la falta de Rodrigo Ponçe de León y Cabrera
segundo Marqués de Cádiz, aumentó la turbación de los castellanos
y se lanzaron a atravesar el
elevado cerro, creyendo que del otro lado ya no corrían peligro.
Aunque con dificultad, lo consiguieron; pero abatió sus ánimos y
sus fuerzas el verse amenazados de completo exterminio por el enemigo
previamente apostado en las estrechas sendas y quebradas por donde
habían de pasar. Entonces los hijos abandonaban al padre a su
suerte; el hermano no socorría al hermano y ningún jefe se cuidaba
de sus soldados. Con sus propias manos, trémulas de miedo, se
despojaban de sus arreos los que antes se pavoneaban con sus
resplandecientes armaduras, y algunos perecieron mientras pugnaban
afanosamente por quitárselas.
Aprovechando
la matanza de los compañeros de armas, llegaron algunos a la
garganta más estrecha. Allí arreciaron los aullidos de los heridos
y el ruido sordo de los cuerpos al caer en tierra, ninguno a los
tiros de los āndalusīes que les perseguían o del que les cortaba
el paso, sino pisoteados y aplastados por los caballos al
precipitarse. Lo estrecho del desfiladero les impedía revolverse
contra sus escasos perseguidores; aquella multitud caía a cada paso
despedazada por unos cuantos āndalusīes sin armas, y al ver los
infelices la enorme matanza de sus compañeros, especialmente de los
peor armados, imploraban misericordia del enemigo, pidiéndole el
cautiverio y el aliciente del futuro rescate a cambio de la vida.
Quiso
la suerte que el maestre Alfonso de Cárdenas pudiese escapar con
unos cuantos de aquellas escabrosidades, y de igual riesgo se libró
el adelantado de Andalucía Pedro Enríquez, aunque con mayor
fortuna, pues le acompañaron en la huída su hijo y su hermano, los
dos llamados Francisco Enríquez, si bien perdió la mayor parte de
los caballeros de su escuadrón.
Alfonso
de Aguilar consiguió, a duras penas escapar de manos de los
āndalusīes, y con algunos de los suyos se refugió en su madīnat
de Antiqayra,
adonde ya le habían precedido los citados Grandes y, antes que
todos, Rodrigo Ponçe de León y Cabrera segundo Marqués de Cádiz
allí angustiaban el ánimo los lamentos de todos los moradores, y
entre los llantos de viudas y huérfanos, sobresalía la amarga
pena del cautiverio del fortísimo y generoso corregidor Figueroa.
pena del cautiverio del fortísimo y generoso corregidor Figueroa.
Ignorábase
si Juan de Silva, conde de Cifuentes, a quien tanto se deseaba ver
incólume, había quedado muerto o cautivo; sólo se sabía que
muchos caballeros išbylīyanos
de su escuadrón habían sucumbido. En suma: pasaron de
milochocientos los muertos y más de dos mil prisioneros, de ellos
400, de noble linaje, quedaron en manos del enemigo. Juan de Silva,
conde de Cifuentes pasó largo tiempo desapercibido entre los más
humildes cautivos; luego, circunstancias casuales le hicieron
concebir esperanzas de fácil rescate; pero, reconocido al cabo, fue
entregado a Abū-l-Ḥassān´Alī.
La
Batalla de As-Šarqiyya/Axarquía
fue la última gran victoria de los āndalusīes
en la historia de al-Āndalus
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