lunes, 14 de diciembre de 2009

Qal´at al-Hamrā/Alhambra الحمراء despues de 1.492

Qal´at al-Hamrā/Alhambra الحمراء despues de 1.492
Los españoles fueron los primeros en destruir Qal´at al-Hamrā/Alhambra الحمراء Fue uno de los primeros objetivos de los soldados españoles después de la caída de Garnāţa اليهود en 1492, y el primer objetivo de los españoles con celo que querían imponerse sobre los logros del Islam. Durante más de 400 años, los españoles dejaron que la estructura y los ŷinān/jardines del monumental complejo acabaran en ruinas y decadencia. Para ellos, tan solo era un símbolo de una civilización de la que, intencionadamente, querían eliminar cualquier vestigio, con la consiguiente pérdida de decenas de miles de vidas y el sufrimiento de centenares de miles de andalusīes اندالوسياس que fueron expulsados arbitrariamente de su tierra natal al-Āndalus الأندلس.
En Qal´at al-Hamrā الحمراء se instaló la Capitanía General del Reyno de Garnāţa اليهود, cuyo gobierno fue entregado al conde de Tendilla, Iñigo López de Mendoza. En consecuencia el recinto siguió teniendo función militar, y por ello sus estancias fortificadas se convirtieron en residencia permanente de soldados y sus familias. El resto de edificios y terrenos contiguos al Palacio fue poblado progresivamente por gente de baja posición social –artesanos y labradores sobre todo-, y el conjunto se convirtió en una auténtica madīnat/ciudad dependiente territorialmente del cabildo de Garnāţa اليهود pero con una jurisdicción propia que incluía, por ejemplo, a las actuales Puerta de Elvira y alrededores, Plaza de Bib-Rambla y calles Alcaicería, Oficios, Zacatín, Paños y López Rubio, entre otras.
Carlos I de España y V de Alemania, mandó demoler irracionalmente parte del Palacio andalusī اندالوسي para construir un edificio renacentista —con iglesia incluida— que sirviera de bāb/puerta solemne revestida de cristiandad, pero sus formas adustas y desproporcionadas contrastan notablemente con la grácil acrópolis andalusī.
Cuando los extranjeros visitaron las ruinas de Qal´at al-Hamrā الحمراء después de más de 300 años de abandono quedaron atónitos. El viajero inglés católico Henry Swinburne, cuando estuvo en Garnāţa اليهود en 1775, se sorprendió de la gran desatención en que tenían los españoles su legado islámico: «Las glorias de Garnāţa اليهود han perecido con sus antiguos pobladores; las calles están repletas de suciedad, los acueductos derruidos, los bosques talados, el territorio despoblado, el comercio perdido; en resumen, todo en un estado de lo más deplorable».
El descubrimiento de Qal´at al-Hamrā/Alhambra الحمراء
En el marco del enfrentamiento franco-británico de 1793-1815, el ejército napoleónico entró en Andalucía en enero de 1810. El comandante militar de Garnāţa اليهود, Horace Sebastiani, un general revolucionario, quedó fascinado al descubrir los edificios andalusīes que dominaban las alturas de la madīnat/ciudad y decidió instalar su comando en la fortaleza roja. Qal´at al-Hamrā الحمراء, desierta y colmada de escombros, fue casi totalmente restaurada. Los galos sacaron del abandono y la ruina al glorioso y legendario vestigio de la bizarría hispanomusulmana. Repararon los techos, amparando así los salones y las galerías contra las inclemencias y la acción destructora del tiempo. Los curtidos zapadores y pontoneros se convirtieron en jardineros creativos que recompusieron setos, estanques, canteros y plantaron arbustos y macizos de flores, restableciendo el sistema hidráulico que permitió que las ţayfūr/fuentes y surtidores volvieran a fluir alegremente. Al tratar de preservar Qal´at al-Hamrā الحمراء esos soldados de Napoleón recuperaron para la Humanidad el más bello y atrayente de sus monumentos históricos.
Ocurrió al final de la Guerra de Independencia. Cuando las tropas napoleónicas se retiraron de Garnāţa اليهود después del brutal expolio al que sometieron a la madīnat/ciudad, al general francés Horace Sebastiani se le ocurrió hacer una última gracia para despedirse de la madīnat/ciudad que por fuerza tenían que abandonar: destruir Qal´at al-Hamrā الحمراء.
Con metódica mala leche cargaron de pólvora el recinto alhambreño y prendieron la mecha. Una tras otra, las burŷ/torres del recinto empezaron a caer reducidas a escombros, hasta que, cerca ya de los archifamosos Palacios naşrīes, el Cabo de Inválidos José García interceptó el reguero de pólvora que unían unas minas con otras, con su propio cuerpo, salvando así una de las maravillas del mundo.
A la entrada de Qal´at al-Hamrā الحمراء en una de una de las explanadas, en el Patio de al-ŷubb/aljibes, ante Bāb al-Jamrra/Puerta del Vino podemos contemplar pegada en la muralla la placa que hace honor al cabo de mutilados José García, dando además memoria de su hazaña, "A la memoria del cabo de Inválidos José García, que con riesgo de perder la vida salvó de la ruina al-Qaşr/Alcázares y burŷ/torres de Qal´at al-Hamrā الحمراء en 1812", quedó cojo en la batalla de Bailén y murió en 1834 víctima del cólera
Cuando Washington Irving vio Qal´at al-Hamrā الحمراء por primera vez en 1829 señaló que los españoles habían descuidado su conservación. El famoso viajero Richard Ford, en 1830, dio testimonio del estado ruinoso del Palacio, que empeoró con la ocupación francesa durante la Guerra de la Independencia. Dentro de las ruinas de Qal´at al-Hamrā الحمراء, escribió, no quedaba nada, salvo «un grupo de inválidos demacrados y medio muertos de hambre que llevan por único uniforme su desgracia harapienta. Estos espantapájaros constituyen los únicos centinelas de un edificio que está en ruinas a causa de la apatía de los españoles».
Paradójicamente, tanto los españoles como los musulmanes en general del s. XIX sabían poco o nada de la existencia de Qal´at al-Hamrā الحمراء. La resurrección del magnífico Palacio andalusī fue por tanto un logro de la élite culta europea. Y los escritos de Irving provocaron que los españoles se decidieran a hacer algo sobre la ruina; así, a partir de 1830 se acometieron pequeñas reformas y, desde 1870, el estado español emprendió algunas restauraciones importantes, a través de los ministerios correspondientes, como Fomento y Bellas Artes, inició los expedientes de expropiación de casas y cuevas situadas en el término y dominio del monumento, a la vez que el gobierno de España dejaba de dar a Qal´at al-Hamrā الحمراء uso militar.
La reconversión de Palacio-fortaleza a madīnat/ciudad y cuartel que sufrió Qal´at al-Hamrā الحمراء obligó a realizar transformaciones, como la construcción de la Burŷ/Torre del Cubo –la de fachada semicircular- y el muro que da entrada a al-Qaşába قصبة/Alcazaba, un al-ŷubb/aljibe, la ex parroquia de Santa María o el convento de San Francisco, hoy Parador Nacional de Turismo.
La falta de cuidado, interés y recursos, el consecuente abandono, la libertad con la que los gobernadores disponían del monumento y algunos accidentes puntuales, como la explosión del Polvorín en 1590 o el incendio de la Sala de la Barca en 1890, han provocado la pérdida de multitud de yeserías, techos de madera, bāb/bāb/puertas, ventanas, pinturas, materiales constructivos, objetos decorativos, etc.
Finalmente, en 1920, el arquitecto e islamólogo Leopoldo Torres Balbás (1888-1960) restauró completamente el edificio y le confirió el aspecto actual, sin duda romántico pero históricamente equívoco, ya que las estancias palaciegas prevalecen sobre la fortaleza.

5 comentarios:

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