lunes, 8 de diciembre de 2025

ALAMEDA DE HERCULES

 

Alameda de Hércules

El origen de la Alameda debemos buscarlo en el antiguo cauce del río Guadalquivir que atravesaba de norte a sur lo que actualmente es el centro de la ciudad, comenzando su entrada por la zona de la Alameda y terminando en la zona de la Catedral. Dicho cauce fue trasladándose al oeste con el paso de los años, formando el actual meandro y permitiendo el progresivo avance del núcleo urbano primitivo hasta llegar a su situación actual. La Alameda es una zona baja en la que se acumulaba el agua del río cuando este se desbordaba, quedando en su lugar una laguna de agua estancada junto a las primitivas murallas de origen romano. Esta laguna quedaría intramuros, al ampliarse la muralla en época almorávide (s. XI) conociéndose desde la conquista de Fernando III como La Laguna de la Feria, nombre que mantuvo desde la conquista cristiana hasta la construcción del paseo.

Por otro lado, según una leyenda no documentada, cuando Leovigildo fue designado en 584 para reinar, al año siguiente 585 su hijo Hermenegildo se convirtió al catolicismo -frente al arrianimo de reyes anteriores- y se autoproclamó rey en la ciudad, sublevándose contra su padre. Leovigildo hizo cambiar el curso del Guadalquivir, cortando el paso de agua al brazo menor del río que circulaba por la actual Alameda de Hércules a fuerza de obstaculizar su paso para provocar la sequía a los habitantes de la ciudad.

Con el objetivo de sanear la zona, Francisco Zapata de Cisneros y Osorio, conde de Barajas, de 1573 a 1579 fue nombrado capitán general y asistente de Sevilla, primeramente, liberó a la ciudad de la llamada Laguna de la Feria o de la Cañavería, que existía durante siglos, formada, al desviarse el curso del río Guadalquivir, por un brazo del río que quedó sobre el antiguo cauce sin salida, y que se convirtió en un terreno u hondonada por debajo del nivel del agua que nunca acababa de cerrarse, ya que se llenaba bien como consecuencia de las lluvias, por las inundaciones del río Guadalquivir cuando crecía o por aguas residuales de las casas, porque los husillos drenaban mal, acumulándose el agua y quedando estancada frecuentemente, siendo un sitio pantanoso, una charca de aguas muertas, lugar inhóspito, insalubre y pestilente, foco de muchas enfermedades infecciosas, (peste, tifus, cólera,…) extendiéndose los malos olores y los insectos por toda Sevilla.

Primero realizó expropiaciones (entre las que estaban la parte del corral y del aposento bajo de la casa de Juan de Mal Lara, que fueron comprados a su viuda María Ojeda), ordenó hacer acequias en sus lados por las que se fue achicando el agua y fue desaguando vertiéndose el agua en el río Guadalquivir a través de otra acequia que hacía de colector, y, una vez desecado totalmente el terreno, fue allanado y macizado, rellenándose de tierra y de escombros, recubriéndose de albero y embelleciéndolo formándose tres amplias calles de casi 500 metros de longitud y plantándose gran cantidad de especies vegetales, (olmos, cipreses, naranjos, etc.) y sobre todo numerosos álamos, (de ahí el nombre de Alameda ), ya que el álamo es un árbol que crece rápido en zonas pantanosas, formando ocho hileras y dando lugar a un frondoso paseo o jardín.

En la calle central se instalan tres fuentes de mármol y jaspe proyectadas por Asensio de Maeda, cuya agua llegaba desde la Fuente del Arzobispo, que servía para regar y para el consumo humano, agua que, al parecer, tenía propiedades medicinales. (Fuentes de Baco, de Neptuno y de las Ninfas, y una tercera de la que no se tienen noticias).

Mandó llevar allí, tras limpiarlas y restaurados los capiteles por Asensio de Maeda, dos grandes columnas romanas descubiertas en una calle próxima al Alcázar donde estaban abandonadas (columnas gemelas de las tres que se conservan en la actual calle Mármoles),

(del que aún existen otras tres columnas en la citada calle), procedentes quizás de un templo romano, que se trasladaron a la Alameda, debido a la estrechez de las calles sevillanas era complicado transportarlas desde su lugar de origen hasta la Alameda ya que no era posible llevar los fustes de las columnas tumbados, por lo que se ideó una técnica consistente en rodear cada columna por una torre de madera que arrastrada sobre rodillos por la fuerza de bueyes y de hombres se consiguió llevarlas intactas hasta la Alameda, que fueron colocadas al principio de la Alameda, asentándolas sobre dos pedestales de piedra. Se cree que pudieran provenir del Traianeum de Itálica.

Se hicieron también dos pedestales sobre los mismos se colocaron dos esculturas realizadas por Diego de Pesquera, de Hércules (fundador mítico de la ciudad) y Julio César (quien la dotaría de murallas y del estatuto de colonia romana), que encargó al escultor Diego de Pesquera; además, dichas esculturas también representaban a los dos monarcas de la casa reinante entonces en España (Hércules representaba al rey Carlos I y Julio César a Felipe II), y ambos cierran la composición arquitectónica del monumento mirándose, lo que de manera invisible cierra el conjunto al estilo de los arcos de triunfo romanos.

Nombró a un alguacil que lo vigilara, encomendó el riego y limpieza a los aguadores que vendían el agua de gran calidad de las fuentes, procedente del manantial del Arzobispo.

El 28 de diciembre de 1574 se dio por concluida la nueva Alameda, aunque siempre fue necesaria su renovación a lo largo de los años.

En 1764, 190 años después de su inauguración, se iniciaron nuevas obras de gran importancia promovidas por el Asistente Larumbe, que consistieron en la plantación de más de 1600 álamos, el aumento del número de fuentes a seis y la colocación en la zona norte de dos nuevas columnas que el escultor Cayetano de Acosta realizó y erigió rematadas con dos leones portando cada uno de ellos un escudo, el de España y el NO&DO de Sevilla.

En 1876 los pedestales de las columnas se protegieron del público con verjas. En 1885 se colocó junto a las columnas de los leones una fuente de mármol, conocida popularmente como "la Pila del Pato", que se encontraba en el s. XIX en la Plaza de San Francisco, junto al Ayuntamiento y que se encuentra hoy en la Plaza de San Leandro.

Como edificio relevante se encuentra la Casa de las Sirenas, palacete del s. XX

En las cercanías de la Alameda, en la calle dedicada al Conde de Barajas, también se halla la casa en la que nació el escritor romántico Gustavo Adolfo Bécquer.


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