Alameda
de Hércules
El
origen de la Alameda debemos buscarlo en el antiguo cauce del río
Guadalquivir que atravesaba de norte a sur lo que actualmente es el
centro de la ciudad, comenzando su entrada por la zona de la Alameda
y terminando en la zona de la Catedral. Dicho cauce fue trasladándose
al oeste con el paso de los años, formando el actual meandro y
permitiendo el progresivo avance del núcleo urbano primitivo hasta
llegar a su situación actual. La Alameda es una zona baja en la que
se acumulaba el agua del río cuando este se desbordaba, quedando en
su lugar una laguna de agua estancada junto a las primitivas murallas
de origen romano. Esta laguna quedaría intramuros, al ampliarse la
muralla en época almorávide (s. XI) conociéndose desde la
conquista de Fernando III como La Laguna de
la Feria,
nombre que mantuvo desde la conquista cristiana hasta la construcción
del paseo.
Por
otro lado, según una leyenda no documentada, cuando Leovigildo fue
designado en 584 para reinar, al año siguiente 585 su hijo
Hermenegildo se convirtió al catolicismo -frente al arrianimo de
reyes anteriores- y se autoproclamó rey en la ciudad, sublevándose
contra su padre. Leovigildo hizo cambiar el curso del Guadalquivir,
cortando el paso de agua al brazo menor del río que circulaba por la
actual Alameda de Hércules a fuerza de obstaculizar su paso para
provocar la sequía a los habitantes de la ciudad.
Con
el objetivo de sanear la zona, Francisco Zapata de Cisneros y Osorio,
conde de Barajas, de 1573 a 1579 fue nombrado capitán general y
asistente de Sevilla, primeramente, liberó a la ciudad de la llamada
Laguna de la Feria o de la Cañavería, que existía durante siglos,
formada, al desviarse el curso del río Guadalquivir, por un brazo
del río que quedó sobre el antiguo cauce sin salida, y que se
convirtió en un terreno u hondonada por debajo del nivel del agua
que nunca acababa de cerrarse, ya que se llenaba bien como
consecuencia de las lluvias, por las inundaciones del río
Guadalquivir cuando crecía o por aguas residuales de las casas,
porque los husillos drenaban mal, acumulándose el agua y quedando
estancada frecuentemente, siendo un sitio pantanoso, una charca de
aguas muertas, lugar inhóspito, insalubre y pestilente, foco de
muchas enfermedades infecciosas, (peste, tifus, cólera,…)
extendiéndose los malos olores y los insectos por toda Sevilla.
Primero
realizó expropiaciones (entre las que estaban la parte del corral y
del aposento bajo de la casa de Juan de Mal Lara, que fueron
comprados a su viuda María Ojeda), ordenó hacer acequias en sus
lados por las que se fue achicando el agua y fue desaguando
vertiéndose el agua en el río Guadalquivir a través de otra
acequia que hacía de colector, y, una vez desecado totalmente el
terreno, fue allanado y macizado, rellenándose de tierra y de
escombros, recubriéndose de albero y embelleciéndolo formándose
tres amplias calles de casi 500 metros de longitud y plantándose
gran cantidad de especies vegetales, (olmos, cipreses, naranjos,
etc.) y sobre todo numerosos álamos, (de ahí el nombre de Alameda
), ya que el álamo es un árbol que crece rápido en zonas
pantanosas, formando ocho hileras y dando lugar a un frondoso paseo o
jardín.
En
la calle central se instalan tres fuentes de mármol y jaspe
proyectadas por Asensio de Maeda, cuya agua llegaba desde la Fuente
del Arzobispo, que servía para regar y para el consumo humano, agua
que, al parecer, tenía propiedades medicinales. (Fuentes de Baco, de
Neptuno y de las Ninfas, y una tercera de la que no se tienen
noticias).
Mandó
llevar allí, tras limpiarlas y restaurados los capiteles por Asensio
de Maeda, dos grandes columnas romanas descubiertas en una calle
próxima al Alcázar donde estaban abandonadas (columnas gemelas de
las tres que se conservan en la actual calle Mármoles),
(del
que aún existen otras tres columnas en la citada calle),
procedentes quizás de un templo romano, que se trasladaron a la
Alameda, debido a la estrechez de las calles sevillanas era
complicado transportarlas desde su lugar de origen hasta la Alameda
ya que no era posible llevar los fustes de las columnas tumbados, por
lo que se ideó una técnica consistente en rodear cada columna por
una torre de madera que arrastrada sobre rodillos por la fuerza de
bueyes y de hombres se consiguió llevarlas intactas hasta la
Alameda, que fueron colocadas al
principio de la Alameda, asentándolas sobre dos pedestales de
piedra. Se
cree que pudieran provenir del Traianeum de Itálica.
Se
hicieron también dos pedestales sobre
los mismos se colocaron dos esculturas realizadas por Diego de
Pesquera, de Hércules (fundador mítico de la ciudad) y Julio César
(quien
la dotaría de murallas y del estatuto de colonia romana), que
encargó al escultor Diego de Pesquera; además, dichas esculturas
también representaban a los dos monarcas de la casa reinante
entonces en España (Hércules representaba al rey Carlos I y Julio
César a Felipe II),
y ambos cierran la composición arquitectónica del monumento
mirándose, lo que de manera invisible cierra el conjunto al estilo
de los arcos de triunfo romanos.
Nombró a un alguacil que lo vigilara, encomendó el riego y limpieza
a los aguadores que vendían el agua de gran calidad de las fuentes,
procedente del manantial del Arzobispo.
El 28 de diciembre de 1574 se dio por concluida la nueva Alameda,
aunque siempre fue necesaria su renovación a lo largo de los años.
En
1764, 190 años después de su inauguración, se iniciaron nuevas
obras de gran importancia promovidas por el Asistente Larumbe, que
consistieron en la plantación de más de 1600 álamos, el aumento
del número de fuentes a seis y la colocación en la zona norte de
dos nuevas columnas que el escultor Cayetano de Acosta realizó y
erigió rematadas con dos leones portando cada uno de ellos un
escudo, el de España y el NO&DO
de Sevilla.
En
1876 los pedestales de las columnas se protegieron del público con
verjas. En 1885 se colocó junto a las columnas de los leones una
fuente de mármol, conocida popularmente como "la
Pila del Pato",
que se encontraba en el s. XIX en la Plaza de San Francisco, junto al
Ayuntamiento
y que se encuentra hoy en la Plaza de San Leandro.
Como
edificio relevante se encuentra la Casa de las Sirenas, palacete del
s. XX
En
las cercanías de la Alameda, en la calle dedicada al Conde de
Barajas, también se halla la casa en la que nació el escritor
romántico Gustavo Adolfo Bécquer.