miércoles, 21 de noviembre de 2012

Al-Qal´at wādī-Xirá


Al-Qal´at wādī-Xirá
       
Al-Qaşr/alcázar de Alcalá de Guadaira se alza sobre un cerro a orillas del río Guadaira, al oeste de la localidad de Alcalá de Guadaira, es uno de los conjuntos fortificados más importantes de la provincia de Sevilla, comprendiendo una serie de edificaciones entre las que hay que distinguir el alcázar, de planta irregular en torno a dos patios, y la muralla de la antigua villa con sus puertas, torres, barbacanas y demás obras defensivas                                                                                                                
Este ámbito del Recinto Fortificado es el que tradicionalmente recibe la denominación de “Castillo”, y se compone de tres espacios, ampliaciones a su vez del enclave original.                                                                                        
Los hallazgos arqueológicos más antiguos apuntan a la existencia en este sector de un poblado de la Edad del Bronce (II milenio a C.), cuando se instala un pequeño poblado amurallado de planta ovalada de la que sólo se conservan algunas cimentaciones actualemte no visibles, en el extremo oeste del Cerro. Sería un asentamiento dedicado a la producción agrícola de la campiña del Guadaíra, que por su tamaño dependería de alguna manera del cercano (y mayor) poblado situado en la Mesa de Gandul. Con la llegada primero de los griegos, que la denominaron Hiemipa, y luego los romanos, que le cambiaron el nombre por el de Ordo Hienípensis, no sabemos cómo sería el asentamiento romano del Cerro del Castillo, pero los hallazgos de cerámica y algunos muros a cierta profundidad sí confirman su existencia, con un momento espacialmente importante en época altoimperial (siglos I - III a.C.), ellos construyeron el puente de piedra sobre el río Guadaira, formado por siete arcos. Durante varios siglos fue el único paso hacia los puertos de la Bahía de Cádiz en época de inundaciones.                         
A partir del siglo IV y hasta el siglo XI, el Cerro del Castillo vuelve a ser un emplazamiento para el que la Arqueología no aporta información. De la Historia del Cerro del Castillo hasta el siglo XII no podemos ver hoy nada, puesto que los indicios arqueológicos son escasos o se hallan bajo la superficie. Toda la edificación que podemos ver en la actualidad comienza su construcción a finales del siglo XII, cuando el Califato al-muwaḥḥád/almohade (siglos XII - XIII) construye una pequeña Qal´at/fortaleza, estratégicamente situado en el extremo oeste, la zona más alta del Cerro, sobre una antigua construcción romana.                                                                               
Al-Qal´at/Castillo de Alcalá de Guadaira consta de varias edificaciones. Es de planta irregular, los materiales utilizados en esta fortaleza son dos fundamentalmente: la piedra y el ladrillo. Se usa el tapial con ladrillo, sistema muy utilizado por los musulmanes, y se refuerza con sillares en zonas visibles del edificio como los vanos, las puertas o, incluso, las esquinas. Poseía foso y puente levadizo, y está franqueado por once torres, nueve de planta irregular y dos poligonales, formando dos recintos o patios. La mayoría de las torres son de forma cuadrangular y de gran altura, destacando la torre del Homenaje y una torre albarrana, en la parte principal, que se unía al resto del recinto por medio de un arco apuntado. En total posee 13 torres.                                                                                                 
La primera ampliación se produce entre fines del siglo XII y las primeras décadas del siglo XIII, hacia el sur, en repuesta a la necesidad de acantonar las tropas del ejército del califa al-muwaḥḥád Abū Ya´qūb Yūsuf, cuando del Patio de los Silos, se amplía hacia el sur con un nuevo recinto (Patio de la Sima) en cuyo interior se construye un pequeño ammām/baño público para el servicio de la guarnición de la fortaleza.


La conquista cristiana de Al-Qal´at wādī-Xirá 1246.                                                                                                                   
En septiembre de 1246, Fernando III, rey de Castilla emprendió una expedición de tanteo, ya que las tropas del rey a quien acompañaban su hermano el infante Alfonso de Molia, su hijo, el infante Enrique y los maestres de las órdenes de Calatrava y Santiago “non pasauan por trezientos caualleros arriba”, a las que habría que añadir la caballería y el peonaje del concejo de Qūrţuba/Córdoba. Un ejército muy menguado, en cualquier caso, como para acometer la empresa del cerco de asedio a Išbylīya/Sevilla; ello explica, sin duda, que el rey tras devastar y saquear todo el Alcor y el campo de Qarmūna/Carmona, avistó la formidable fotaleza de Al-Qal´at wādī-Xirá/Alcalá de Guadaira, cuyos habitantes, temerosos de los efectos de una resistencia imposible, se apresuraron a enviar una embajada de la madīnat/ciudad, la cuál se presentó en el real castellano para entregar las llaves de la misma de forma voluntaria. Pero no al monarca castellano, sino al ´Āmir de Garnāţa/Granada, Mwāmmad I ibn Naşr al-Amar, fundador de la dinastía naşrī/nazarí del Reyno de Garnāţa/Granada, quien acudía para reforzar al castellano con una tropa de 500 caballeros, subsiguientemente, entregó la villa a Fernando III, rey de Castilla el día 21 de septiembre de 1246, a quien había rendido pleito de homenaje, a cambio de una sustanciosa alfada de 150.000 maravedises anuales que se quedaría un tiempo en ella, ampliando el propio Patio de los Silos hacia el este, con la construcción de dos torres ochavadas (antecedentes de la Torre de la Plata, construida pocos años después en Sevilla). El rey dejó de frontero al noble castellano Rodrigo Alvares, y en el escudo de Castilla que se contempla sobre la puerta en recodo del Patio de los Silos vemos que el blasón está flanqueado por dos llaves que hoy día figuran en el escudo municipal, concedidas por Fernando III como símbolo de que la fortaleza era la llave del Valle del wādī-l-Qabīr/Guadalquivir.

Pero no sería hasta 1253 cuando después del reparto de Alfonso X, rey de Castilla, pasara a depender de los Fueros de la Catedral de Sevilla.

1.°) Mantenimiento de su ley y de sus “fueros”.           

2. °) Permanencia de la estructura tradicional de Al-ŷamá‘a/ aljama o comunidad, presidida por su Al-Qāī/alcalde Hamet Aben Paxat, en la que se integraban especialmente los viejos y personas de más prestigio de la localidad.

3.°) Respeto a sus costumbres y modo de vida tradicional, como se comprueba en la autorización de tener baños, tiendas, molinos y alhóndigas «a la costumbre de los moros», como se lee en un acuerdo con los musulmanes de Morón hecho en tiempos de Alfonso X.

4.°) Por último, derecho a marchar libremente a donde quisieran.

5.º El pago al rey del diezmo de todas las cosechas;un impuesto de capitulación, llamado genéricamente en los documentos «el pecho de los moros» o alfitra, y un impuesto sobre la tierra conocido con el nombre de almarjal. Es posible que también pagasen un impuesto sobre el ganado, llamado en la documentación valenciana de la época azaque, y que en algunos casos los musulmanes estuvieron sometidos a prestar ciertos servicios personales para la reparación de las fortalezas o para el mantenimiento de edificios de cierta importancia, como sucedía en Córdoba, donde los carpinteros, serradores y albañiles musulmanes debían trabajar gratis dos días al año en las obras de conservación de la mezquita catedral.
El régimen fiscal de los mudéjares distaba mucho de ser generoso, y es probable que los castellanos se encargasen de endurecerlo aún más en los años que siguieron a la conquista. Ello explicaría, entre otras, la sublevación casi general de los mudéjares andaluces y murcianos en la primavera de 1264 y la emigración de muchos de ellos a Granada, antes incluso de producirse la revuelta                                                                                 
 En la zona del Castillo, las transformaciones durante la Baja Edad Media son importantes. Un primer momento se fecha entre las épocas de Alfonso XI, rey de Castilla (1312-1350) y Pedro I, rey de Castilla (1350-1369), cuando posiblemente se construyen el Alcázar Real y la Torre del Homenaje. Tradicionalmente se asocian estas obras a la tenencia del Castillo de Alcalá por parte de Leonor de Guzmán, amante de Alfonso XI, rey de Castilla, si bien es un punto no contrastado. También en este momento se reformaría o reconstruiría completamente la monumental torre de comunicación entre el Patio de los Silos y el Patio de la Sima, posiblemente de origen almohade        
Por ultimo, entre los ss .XIV-XV se añade el Alcázar Real, con su zona “señorial” la Torre del Homenaje. El conjunto de las Alcazabas Occidentales se hallaba defendido por un antemuro, todavía visible y fechable entre los ss. XIII-XV.                                                                                                             
Ya en el siglo XV, los diferentes momentos de luchas nobiliarias también afectaron al Castillo y la Villa de Alcalá. En 1444 se produce un importante asalto armado a la Villa de Alcalá, con uso de artillería, que produjo importantes destrozos y las consiguientes reparaciones en las murallas de la fortaleza.  Como consecuencia de los disturbios que tuvieron lugar durante el reinado de Enrique IV, rey de Castilla, dentro de los enfrentamientos con motivo de la subida al trono de Isabel I de Castilla, entre los Guzmán y los Ponce de León, el marqués de Cádiz en 1471 de apoderó de la alcazaba y construyó el pequeño alcázar ubicado en la zona oeste del recinto, dotado de un muro de tapial con troneras de cruz y orbe y defendido por un foso y acceso mediante un puente levadizo. La ocupación se mantuvo hasta 1477, empleando el Castillo como base de operaciones para hostigar a los partidarios de Isabel, acantonados en Sevilla. Las fuentes documentales nos hablan de que en este momento se realizan importantes obras en el Castillo, concretadas posiblemente en el cierre oriental del Patio de la Sima y el antemuro que separa la zona del Castillo y la Puerta de San Miguel del arrabal, lugar preferente para los asaltos armados a la fortaleza. Así mismo, se observan en dicho recinto los restos de dos grandes aljibes al nivel del suelo, por lo que sus bóvedas formarían una azotea a la altura de la entrada de la albarrana reconvertida en torre del homenaje. Varias cortaban el paso del adarve para, en caso de un asalto, impedir a los atacantes invadir el resto de la fortaleza. Igualmente, todo el recinto contaba con un antemuro y dos corachas que bajaban hasta el río para controlarlo. Finalmente, añadir que en el extremo oeste, donde se ubica el pequeño alzázar antes mencionado, había una poterna disimulada en una falsa torre y que daba a la liza. Junto a una de las corachas había otra poterna aprovechando un desdoblamiento de la muralla.                  El fin de las luchas nobiliarias y la paz impuesta por Isabel I, reina de Castilla y Fernando II, rey de Aragón marcaría el principio del fin de muchas fortalezas andaluzas, perdida ya su función militar. El alcázar acogió a ilustres personalidades, como Isabel I, reina de Castilla y Fernando II, rey de Aragón y Carlos V, rey de España, que convirtieron entonces el Castillo en cárcel real para importantes personajes, como Diego García de Padilla (Maestre de Calatrava), Juan Cardellas (Arzobispo de Braga y partidario del conde Trastámara), y Pedro Girón, III duque de Osuna, entre otros. Posteriormente fue propiedad del Conde de Arcos y luego del Conde de Niebla.
Durante el siglo XVI fue entregado a familias noble sevillanas (como los Enríquez de Ribera) como favor cortesano antes que como oportunidad militar. Todavía en este siglo se realizan algunas obras para mejorar la habitabilidad de la fortaleza, como el conjunto de patios y habitaciones construidos al interior del Patio de la Sima. No obstante, a comienzos del siglo XVII el Castillo presentaba ya un aspecto ruinoso, que marca el comienzo de su abandono hasta el siglo XX.                                                                       Durante el siglo XIX, el Cerro del Castillo permanecería prácticamente abandonado, convertido en referente para los viajeros románticos. Hay que esperar a mediados del siglo XX para retomar el uso del antiguo recinto amurallado, cuando en los terrenos del barrio de Santa María se realizan importantes obras de explanación y aterrazamiento, a fin de instalar la Feria de Alcalá en estos terrenos. El uso de Santa María como recinto ferial se mantendría hasta finales del siglo XX, dando un nuevo uso al espacio monumental. Paralelamente se produce la reocupación urbana de San Miguel, con un asentamiento de familias obreras con pocos recursos, germen de la actual barriada.                                                                                                                   
Fue declarado Monumento  de Interés Histórico-Artístico,  en 1924, aunque esto no impidió que muchos de los habitantes de la villa utilizasen los materiales para la construcción de sus viviendas, lo que hizo resentirse al majestuoso edificio defensivo, y en 1985 recibió la catalogación como Bien de Interés Cultural. Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949, y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español. En el año 1993 la Junta de Andalucía otorgó un reconocimiento especial a los castillos de la Comunidad Autónoma de Andalucía.
Villa Medieval
         A finales del siglo XIII, Alcalá entra a formar parte de la línea interior del conjunto de fortificaciones de la "Banda Morisca", espacio fronterizo entre el Reino de Sevilla y el Reyno de Garnāţa/Granada. Durante varias décadas, el paso de tropas de uno y otro bando a través del paso del Guadaíra sería constante, especialmente de las huestes benimerines que procedentes de Ronda atacaron Sevilla en varias ocasiones. Como consecuencia de ello, en 1280 Alfonso X, rey de Castilla funda la Villa de Alcalá, en la explanada al Este del Castillo, con ello se pretendía disponer de una población estable en este enclave, que pudiese controlar el paso del Guadaira durante las incursiones benimerines de finales del siglo XIII. Con esta fundación se constituye por primera vez un asentamiento urbano en el Cerro del Castillo,                                                         
         Por la situación militar del momento, la Villa de Alcalá se amuralló rápidamente, cerrando la explanada con un circuito continuo de murallas que conectaban con el Castillo.                                                                                         
Las Murallas de la Villa circunvalan el perímetro superior del Cerro del Castillo, enlazando el complejo de las Alcazabas Occidentales con la Alcazaba de la Torre Mocha, situada al este. Su recorrido presenta dos accesos, la propia Torre Mocha, o Puerta de Santa María, y la Puerta de San Miguel, en la conexión con el arrabal del mismo nombre.                                                                                                               
El sistema constructivo de la muralla es uniforme, a base de un núcleo de argamasa de cal y arena mezclada con mampuestos sin desbastar y un forro al exterior e interior de mampuestos careados con cascajo (ripio) en las juntas. Las solidez de la fabrica junto con su grosos (una media de 2m de anchura) otorga una gran consistencia al conjunto amurallado, originalmente coronado con un paseo de ronda y un peto corrido de tapial.                                                                                                                    
La Villa de Alcalá durante el siglo XIV se organizaba en grandes manzanas en la parte superior del Cerro del Castillo, en torno a la iglesia de Santa María del Águila, siguiendo un trazado regular, propio de una fundación de nueva planta La comunicación exterior del barrio (collación) de Santa María se realizaba a través de dos puertas, la de Santa María (también conocida como "Torre Mocha") al este y la de San Miguel al sur. Cada manzana albergaba una o varias casas, construidas en mampostería y centralizadas por patios con solería de ladrillos, entorno a los cuales se disponían las habitaciones. El conjunto presentaba pocas ventanas al exterior, siguiendo la tecnica constructiva bajomedieval sevillana.                                                                                                                       
El auge económico y demográfico que experimenta Alcalá durante la Baja Edad Media (siglos XIV - XV) explica que durante el siglo XIV se produjese un nuevo poblamiento en la falda suroeste del Cerro del Castillo, en torno a la iglesia de San Miguel. Éste sería el origen del arrabal de San Miguel, igualmente amurallado durante el siglo XIV, cerrando así el circuito de murallas de Alcalá de Guadaíra hasta la ribera del río. Con ello se constituía uno de los recintos fortificados más extensos de Andalucía, con una superficie total de 21 hectáreas.                                                                                              
Junto con el Castillo, el barrio de Santa María y el arrabal de San Miguel también son progresivamente abandonados durante los siglos XVII y XVIII. Por una parte, los documentos señalan las dificultades de abastecimiento, precisamente por su complicada localización y acceso. Esto explica el surgimiento de nuevos barrios de Alcalá en zonas más bajas (Santiago, San Sebastián...). A ello se unieron varios brotes epidémicos, que terminarían por vaciar el barrio de Santa María.                                                                                                                                              
Primera implantación de pobladores cristianos en la Villa.

       Acabarían integrándose un grupo de soldados/repobladores que pudieron asentarse en Alcalá tras haber recibido tierras en su término y casas en la villa como pago a los servicios prestados en la conquista de Sevilla y/o, como parece probable, por su condición de repobladores.                                                                                       

Este grupo de soldados/repobladores recibió casas en Alcalá y heredades en la aldea o hacienda de Borgalhamar, que el rey había reservado inicialmente para sus galeras. Los beneficiarios pertenecían a cinco cuadrillas de almogávares o peones, a las órdenes de sus respectivos jefes de grupo o almocadenes. A cada uno de ellos se entregaron lotes de tierra, de acuerdo con su categoría militar. Y, así cada uno de los cinco almocadenes recibió un lote consistente en dos yugadas de tierra de labor (unas 60 has.), dos aranzadas de viña; tres aranzadas de olivar, y una aranzada y media de huerta; mientras que cada uno de los almogávares —57 en total— recibió una yugada de tierra de labor; dos aranzadas de viña; dos de olivar y una de huerta.  Así pues, el total de bienes repartido ascendió a 60 casas, 61 yugadas de tierra de labor (unas 1.830 has.), 117 aranzadas de olivar, otras tantas de viña y unas 58 y media de huerta.

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